Por Kevin Alcaraz
Al margen de la reciente reputación de Joanne Rowling, indudablemente, su obra tiene vida propia. La historia detrás de su mundo mágico da pistas más claras de cómo logró romper estigmas sociales respecto a las mujeres autoras en países tan aparentemente desarrollados como Inglaterra y Estados Unidos. Además, gracias a su creatividad, aún con historias arquetípicas, su trabajo cobró vuelo desde la primera página hasta alcances memorables que vivirán mucho tiempo en la cultura colectiva.
A estas alturas, es difícil no conocer la historia de Harry Potter.
Un tierno bebé que perdió a sus padres una noche de Halloween a manos del señor tenebroso. Una vez con la edad y madurez necesaria, deberá afrontar su destino como el mago elegido para detener la inevitable guerra que se avecina junto a sus inseparables amigos: Ron, Hermione, Hagrid y compañía.
También es bien conocido que La Piedra Filosofal representa el debut como escritora para Joanne Rowling; quien luego usaría las iniciales J.K. en una estrategia mercadológica tan absurda como necesaria en pleno 1997.
Sin embargo, la génesis de la saga de fantasía más exitosa de todos los tiempos se remonta a mediados de 1990; año en que empezó a ser escrito el primer libro. Luego de alcanzar las 90,000 palabras narradas en tercera persona y distribuidas en unas 250 páginas, el texto fue terminado en 1995. De hecho, según Rowling, este fue un proceso sumamente complicado en el cual pasó por un matrimonio, su consecuente divorcio, la muerte de su madre, una profunda depresión, y miles de horas frente a la máquina de escribir.
Una vez terminada la obra, desfilaron una docena de editoriales que rechazaron su publicación hasta que encontró refugio bajo las alas de la desconocida Bloomsbury; quienes le ofrecieron a Joanne un adelanto de 1,500 libras para publicar los primeros 500 ejemplares. Estos serían distribuidos mayormente en bibliotecas de Londres, dando inicio a la fantástica odisea que todos conocen.
Harry Potter y La Piedra Filosofal, al exponer desde el título tanto al protagonista como su género literario, facilitó al lector la suspensión de la incredulidad, lo que le permitió comprender inmediatamente las normas de este mundo mágico que coexiste con el real.
Sin embargo, la simpleza del texto, su tono humorístico y una aparente precipitación narrativa en los últimos capítulos puso al libro en la mira de los más intelectualoides desde sus primeros días.
Por otro lado, algunos miembros de los grupos teológicos más conservadores, y con ideas dignas del siglo XV; incluido quien fuera el próximo sumo pontífice: Joseph Ratzinger, acusaron a Rowling de promover la brujería entre el público infantil.
Aún así, el libro logró cosechar una aplastante cantidad de admiradores con respecto a sus detractores.
Estos no tardaron en apreciar la gran imaginación de Joanne, la cual envuelve entre diversos tejidos una serie de temáticas sumamente familiares como el amor, el sacrificio, la amistad y la resiliencia.
De igual forma, los valores del mundo muggle y de las cuatro casas en el Colegio Hogwarts quedan bien definidos y por tanto los personajes también. Gryffindor acoge en su mayoría a estudiantes valientes, Slytherin a los astutos, Hufflepuff a los leales, y Ravenclaw a los sabios.
Naturalmente, Harry y sus amigos recalaron en la primera de ellas.
Otro elemento clave para el éxito del libro recae en la simbología de muchos artefactos usados a través sus páginas. Por ejemplo, el Sombrero Seleccionador representa las dimensiones del mundo mágico y del colegio; la varita de Harry, hecha de acebo y pluma de fénix, encarna su conexión con Voldemort y el renacimiento de ambos; y el Espejo de Oesed, que, al no mostrar rostros sino deseos, materializa la humanidad inocente e incorruptible del pequeño Potter.
Además, La Piedra Filosofal, la cual es capaz de transformar cualquier metal en oro y producir el elixir de la vida eterna, ha perdurado como uno de los elementos axiales más célebres en la historia de la literatura y a la postre del cine.
Todos estos ingredientes conspiraron para que aquellos primeros 500 tomos resonaran de inmediato en una cultura británica que pasaba por una profunda reconstrucción social, en especial tras la consolidación de la Unión Europea.
Como era de esperarse, inmediatamente le ofrecieron a Rowling $105,000 dólares para que su obra fuera distribuida en Estados Unidos con la condición de que el título fuera cambiado a Harry Potter and the Sorcerer’s Stone.
Pese a su decepción por el nuevo nombre, el libro registró ventas históricas al punto que al día de hoy superan los 120 millones de ejemplares.
El éxito fue tal que Joanne felizmente solicitó a Warner Bros un millón de libras por adaptar sus primeros cuatro libros; ya publicados todos para el verano del 2000, a la pantalla grande.
Al año siguiente se proyectó la primera entrega en las salas de cine, la cual terminó recaudando cerca de mil millones de dólares en taquilla. Además, ayudó a cimentar una de las bases de fanáticos más cautivas que se recuerden.
Con Harry Potter y La Piedra Filosofal, Joanne Rowling, además de iniciar un verdadero fenómeno que cambió la cultura popular de forma irreversible, mostró un oficio por la narrativa clásica sin precedentes para una debutante.
Más aún, con los años mostró ser capaz de crecer junto a sus lectores, a quienes les ofreció historias cada vez más complejas y menos optimistas al tiempo que ampliaba su brillante mundo mágico, al menos hasta que éste y su propia figura la sobrepasaron recientemente.