Por Kevin Alcaraz
Seguramente, más de uno recordará con lujo de detalle los cientos de horas dedicadas a comandar sondas, mutar hidraliscos o colocar tanques en modo de asedio. Esto es porque StarCraft ha permeado, inequívocamente, como un videojuego de antología cuya ludología va más allá de las ventas o sus millones de fanáticos cautivos. Para dimensionar su impacto basta con saber que es considerado el deporte electrónico nacional de Corea del Sur.
En 1996, luego de haber fundado dos de sus tres pilares; Warcraft y Diablo, Blizzard Entertainment encomendó al brillante diseñador Chris Metzen encabezar un nuevo proyecto que revolucione las mecánicas para juegos RTS (Real-Time Strategy). Tras un par de años de arduo trabajo y el lanzamiento de StarCraft en la primavera de 1998, quedó finalmente completada la Santa Trinidad de la compañía.
Ambientado en diciembre de 2499 en un sector ficticio de la Vía Láctea llamado Koprulu, el juego se centra en la lucha que sostienen tres razas distintas por el dominio de la galaxia. Estos son: los Protoss, humanoides con tecnología muy avanzada y habilidades psiónicas; los Zerg, insectoides que buscan la perfección genética al asimilar otras especies; y los Terran, humanos descendientes de colonizadores espaciales del siglo XXIII, que, además, son muy hábiles para adaptarse a su entorno.
StarCraft, en su modo para un jugador, está dividido en tres episodios, cada uno con diez misiones. El primero sigue al comandante Jim Raynor y las problemáticas sociopolíticas de los Terran. El segundo capítulo es protagonizado por la flamante Reina de las Cuchillas: Sarah Kerrigan y el cómo la colmena Zerg invadirá los planetas enemigos. El tercero se enfoca en el Alto Templario Tassadar y la búsqueda de los Protoss por resarcir el daño hecho gracias su indulgencia luego de perder su tierra natal.
Los desarrolladores, en busca de una igualdad de condiciones entre cada civilización, construyeron un árbol tecnológico de tal manera que sea posible competir perfectamente bien con cualquiera de ellas.
Por ejemplo, los Protoss cuentan con una gran fortaleza física y capacidades superlumínicas, lo que compensa sus largos y costosos procesos de fabricación. Los Zerg tienen ventajas genéticas de fácil y rápida multiplicación, cosa que compensa su aparente desventaja fisionómica. Por último, los Terran son ampliamente más equilibrados al combinar unidades veloces con una amplia gama de armas defensivas y ofensivas.
“Starcraft is the defining game of its genre. It is the standard by which all real-time strategy games are judged.”
GameSpot
Incluso, este balance se encuentra en la forma en la que se edifica cada raza.
Los Terran pueden construir prácticamente en cualquier parte del mapa sin necesidad de biomateria o una red energética como si lo hacen los Zerg y los Protoss. Sin embargo, sus trabajadores son los menos eficaces al momento de armar una base militar poderosa.
Además de familiarizarse con cada unidad y estructura para montar una estrategia efectiva, el jugador también deberá estar siempre atento a tres recursos clave para su éxito: los minerales disponibles, el gas vespeno y su capacidad de depósitos de suministros. Incluso, la popularización del mensaje “We require more vespene gas” durante las partidas, habla claramente del nivel de atención requerido para lograr la victoria.
La banda sonora, a cargo de Dereck Duke y Glenn Stafford, son otro punto altísimo del juego. La musicalización de cada raza, situación e, incluso, los menús son épicos entre seguidores y no seguidores. Lo mismo se puede decir del trabajo de voz, inmortalizando frases tan célebres como “My life for Aiur!”, “You wanna piece of me, boy?”, “Power overwhelming!” o “Nuclear launch detected”.
La fiebre por StarCraft fue tal que, tras su publicación, Blizzard trabajó en una expansión que vio la luz solo ocho meses después llamada Brood War. Esta constaba de otros tres episodios y 28 misiones adicionales excelentemente bien compenetradas con la historia original, lo cual contribuyó a que fuera la saga para PC más vendida en su año debut.
Si bien ha pasado la mayoría de su vida a la sombra de su hermano mayor: World of Warcraft, su fanaticada se caracteriza por ser sumamente fiel. Incluso muchos de estos siguen usando los gráficos originales, a pesar de que ya existe una versión remasterizada del juego que está disponible de forma gratuita, a través de Battle.net, desde 2017.
Esta misma plataforma ha ayudado, gracias a diversos parches, a equilibrar aún más el juego con el paso de los años. Así, la naturaleza asimétrica de StarCraft se ha agudizado hasta convertirse en algo más complejo que un simple juego de estrategia, sino en uno de velocidad y ejecución. Dicho de otra forma, los jugadores pueden realizar movimientos con gran rapidez que pueden cambiar el curso de una partida en una cantidad ilimitada de direcciones.
El mayor pecado de cualquier jugador no es alcanzar las 400 acciones por minuto; como lo hacen los profesionales, sino el de creer que una sola estrategia conducirá a múltiples victorias. Y es que, a diferencia de otros juegos estocásticos de estrategia, donde basta con leer la macroestructura del mapa para saber el movimiento adecuado, la incertidumbre es un elemento clave, la cual juega simultáneamente en todos los frentes.
Al margen de la excelente historia que narra la saga, StarCraft ayudó a toda una generación de jóvenes a avispar sus habilidades cognitivas y perceptivas. Estos interpretaron un sistema taxonómico ejemplar, armaron el mejor ejército que sus recursos y capacidades les permitieron, y fracasaron con seguridad en sus primeros 100 intentos; pero persistieron, mejoraron y vencieron eventualmente, pues sabían que estaban frente uno de los mejores videojuegos de la historia.
“Is hands down one of the best, if not the best, real-time strategy games ever created.”
IGN