Por Kevin Alcaraz
El heartland rock estadounidense suele ser un género tremendamente polémico debido a su fuerte carga patriótica; sin embargo, algunos de sus exponentes son auténticos héroes de la música como Tom Petty y Bruce Springsteen. Más hubo otro hombre que se convirtió en un emblema de la ciudad motor, abriéndose paso a través del corazón de su país narrando las minucias del trabajador de cuello azul como muy pocos lo han hecho hasta la fecha.
Hijo de un trabajador automotriz de la Ford Motor Company y una ama de casa promedio metropolitana, Bob Seger pasó su infancia cantando, aprendiendo a tocar el piano y escuchando a Little Richard y Elvis Presley. Su cómoda vida de clase media cambió por completo cuando tenía 10 años; pues su padre abandonó a la familia en busca de mejores oportunidades personales en California.
Aún estudiando y trabajando durante la adolescencia, Bob no perdía de vista su verdadera pasión: rockanrolear. Así, durante los sesenta formó parte de un sinfín de proyectos, algunos propios, la mayoría ajenos, siempre dispuesto a aprender y conocer personas clave dentro de la industria musical local; entre ellas su futuro representante Edward ¨Punch¨ Andrews y Glenn Frey -futuro miembro fundador de los Eagles-.

Una vez formada su propia primer gran banda: Bob Seger System, firmó con Capitol Records -a pesar de tener una mejor oferta económica de la Motown sobre la mesa- confiando en que estos le brindarían la confianza y el tiempo necesario para dar con el sonido que había guardado en el corazón por años. De esta forma, se publicó el sencillo Ramblin’ gamblin’ man del álbum homónimo en 1969 cumpliendo así el gran sueño de Seger: ser una estrella de la radio americana.
Sin embargo, el momento se esfumó tan pronto como había llegado. Tras un breve paso por la universidad a principios de los setenta, hubo que remar de nuevo contra la corriente; pues, la agrupación pasó a ser un proyecto solitario que colocó un par hits en las listas locales como Turn the page (Back in ´72, 1973), Get out of Denver (Seven, 1974) y Beautiful loser (Beautiful Loser 1975), pero que seguía sin convencer a las grandes masas.
La vida de Bob cambiaría irreversiblemente con la fundación de su Silver Bullet Band, con la que publicó una serie de álbumes magníficos y consagratorios, empezando con uno de los mejores y más subestimados trabajos en vivo de aquella época dorada para las producciones en directo: Live Bullet (1976). Además de vender unas 5 millones de copias, este abrió las puertas del mainstream para la banda de par en par durante algo más de diez años.

“I like to think we went straight from station wagons to jets. There were no buses in between. It just took off like a skyrocket.”
Seger.
Night Moves (1976) y Stranger in Town (1978) fueron más que solsticios veraniegos para Seger. Temas como Rock and roll never forgets, Night moves, Mainstreet, Hollywood nights, Still the same, Old time rock and roll y We´ve got tonite calaron hondo en la clase obrera norteamericana de la época quienes finalmente sentían representados sus ideales en la música popular -algo que no lograba entonces la disco o el pop-.
Los primeros años de los ochenta fueron igualmente benévolos con The Silver Bullet Band y su líder.
Against the Wind y The Distance, publicados en 1980 y 1982 respectivamente, cosecharon importantes éxitos como Against the wind, Fire lake, Even now y Shame on the moon; sin mencionar la atención que trajo Tom Cruise protagonizando en Risky Business (1983) una de las escenas más icónicas de la década bailando en ropa interior al ritmo de Old time rock and roll.
Tristemente, con los años la banda fue perdiendo algunos músicos clave para su característico sonido como Drew Abbott en la guitarra y David Teegarden en la batería. El último gran álbum de Bob y sus secuaces sería Like a Rock en 1986; un trabajo que daba cuenta del brillo perdido para entonces, y que, además, parecía cobrar conciencia del inexorable paso del tiempo y de las glorias idas.

Pese a haber contado con cierta relevancia a finales de los ochenta gracias a varias campañas publicitarias de Chevrolet en las que usaban canciones del grupo, así como algunas colaboraciones para bandas sonoras como About Last Night (1986) y Beverly Hills Cop II (1987), con la llegada del grunge y el rock alternativo en los noventa, la atención de los medios apenas si recordaba a aquel célebre ídolo de clase media que tantas alegrías había brindado no hacía mucho tiempo atrás.
Seger conservó, sin embargo, una vasta camada de fanáticos en territorio estadounidense. Álbumes dignísimos como The Fire Inside (1991) e It´s a Mystery (1995) –además de su exitosísimo Greatest Hits en 1994- encontraron en el público más patriótico americano una audiencia incondicional para el cantante; al menos hasta que a sus cuarenta y tantos años tomó licencia de paternidad para tomarse unos diez años sabáticos de los escenarios y estudios.
A mediados de los dos mil, el hijo pródigo de Detroit volvía en solitario para ser inducido en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 2004, colaborar al año siguiente con 3 Doors Down en su tema Landing in London, y publicar su decimosexto trabajo Face the Promise en 2006.

Desde entonces ha publicado otro par de álbumes (Ride Out, 2014 y I Knew You When, 2017) que lo han mantenido vigente. De hecho, el 28 de mayo del 2011 el estado de Michigan proclamó el día de Bob Seger conmemorando entonces 50 años de talento, entrega y amor; y es que, aunque no ha dejado de coquetear con el retiro, parece serle indiferente el hecho de no llenar estadios como en los setenta, sino que sus incesantes giras cargan con el entusiasmo de una trayectoria que más temprano que tarde tendrá que terminar.
Aunque afortunadamente en años recientes se ha debatido con más apertura sobre la utilidad del nacionalismo en la sociedad, no queda duda de que la vida y carrera Bob Seger son irreprochables. Su voz con sabor a whisky y decenas de canciones que compuso son hoy estándares del rock clásico. Su música incluso invade la cinematografía, llena de personajes extraordinarios, paisajes amplios, pueblos suburbanos; auténticas narraciones capaces de transmitir la herencia norteamericana a cualquier oyente.
“Most of the time, I’m here in Michigan and I take out the garbage every Monday, I get up and move a couple of cans out to the edge of the road like everybody else.”
Seger.