Por Luis Héctor Arreola
El perro luchaba con determinación espartana para alcanzar la bolsa de basura. Sin duda, su olfato lograba percibir un posible alimento en medio del bulto de desechos colocado sobre una estructura metálica creada, expresamente, para ser inaccesible a los caninos. Santos Mondragón lo observaba desde el interior de su destartalado Nissan Sentra esperando que tuviera éxito. Otro día, otro hueso. Miró su reloj de pulsera: 3:46 AM. Aún no había rastro del hombre que estaba esperando.
… Desaparecida.