Por César Ilzivir
Netflix lanzó en 2019 How to sell drugs, fast, dirigida por Philipp Kässbohrer y Matthias Murmann. La serie alemana cuyo argumento está centrado en el contexto de la generación Z, toma como protagonistas a Moritz y Lenni, dos nerds a quienes la falta de aceptación en su ciudad natal los lleva a tomar una ruta distinta.La trama los envuelve en circunstancias que les orillan a convertirse en narcotraficantes online; suena un tanto desquiciado, pero es preciso reconocer que no sería menor, pensando en otras situaciones que revelan el problemático y a veces absurdo mundo adolescente.
La serie nos avisa que dentro de la noción de narcotraficante que tiene la generación Z, la figura del vendedor de drogas puede dar un giro inesperado, ya que sin dejar a un lado la influencia cultural o histórica del líder de la mafia, este nuevo capo adolece de una identidad personal, ni siquiera porta una idiosincrasia; pero es interesante analizar la motivación de los personajes, por un lado Moritz quiere recuperar a su exnovia, quien regresa de intercambio en E.U.A., por el otro Lenni no tiene nada que perder- sólo la amistad con Moritz- debido a su desconocida enfermedad: ¿pero no es así como inicia toda aventura? La motivación es algo tan ambiguo como sentir éxito, amor, o simplemente triunfar en la vida.
Aunque parezca un cliché actual el consumo de drogas vas a más allá de ir en contra de la salud física y mental, siempre hay a quienes les venga bien un poco de suspenso personal y una neurótica proyección económica; el productor y distribuidor ganan siempre, entonces no le hagamos caso a las abuelas o a los maestros, dirían muchos espectadores que se identifican con los protagonistas. Y no se debe culpar a los padres, de sus problemas laborales o matrimoniales, es más un común denominador en la actualidad.
Si googleamos “generación Z”, luego nos aparecen estudios que toman el uso de la tecnología casi como carta de presentación, pero la dificultad va a más allá del desarrollo tecnológico o las redes sociales; hay otros fenómenos por atender: la pérdida de un proyecto vital, disfuncionalidad familiar, dispersión dentro de la sociedad global, de los automatismos culturales, incluso problemáticas que rayan en el sinsentido por la vida.

Lo que intriga en la serie es el discurso que portan los personajes, quizá más acentuado en ese “no somos nada en el universo, nuestra existencia es intrascendente, por eso no necesitamos hacer lo que los adultos quieren”, algo que se traduciría mejor como un “prefiero vivir el presente que preocuparme por algo que no existe aún”: esto es preocupante, lo reitero, debido a que más allá de lo que una generación puede romper – casi por inercia- de sus antecesores- como ejemplo está el hippismo o el rock and roll-, podría caer en una apatía generacional por la disgregación de grupos sociales o en algún caso hacia un abanderamiento ilógico y cortacorriente; es decir que no existe un motivo genérico para explicar una conducta en el mundo de la no- comunicación y de la saturación informativa, y si bien puede haber miles de sitios donde se trate sobre la drogadicción, la comunicación interpersonal, que antropológicamente nos ha sostenido, va en detrimento.
Para el millenial la amistad es y ha sido importante. Para la generación z, los grupos sociales se han convertido en baluartes para afrontar el horrible caos de lo cotidiano, y a eso se suman nuevos avatares que actualmente están preñados de incongruencias, en lo educativo, político y económico. A veces es más importante un número o un estatus social, que la misma persona, es más creíble un like que la palabra del hombre.
Esto, como lo apuntó Daniel Goleman, es una brecha que se puede sortear desde una inteligencia emocional, ya que como es un recurso para un proyecto de vida personal, también puede ser una metodología para el éxito; esto se puede indagar a partir de las acciones del personaje protagónico, quien con una suerte de Walter White adolescente, se va metiendo en embrollos consecuentes a malas decisiones, debido a una necesidad de afecto.
Si bien la serie va a en su tercera temporada, seguro es parteaguas al lado de otras miniseries, del recurso de romper la cuarta pared a través de la inclusión de redes sociales como recurso narrativo.Esto último, como ruta épica de un hacker quien desde la Dark Web, se convierte en un héroe que debe pasar por un nerd para lograr ser su propio jefe. La serie promete un manual para la autorrealización como criminales auténticos y no morir en el intento.
Quizá el concepto de libertad como búsqueda por ser auténtico signifique construir un estilo de vida personal, pero el vender drogas por internet puede ser aquella omisión necesaria, si aquello que nos seduce en el mundo de la ficción es ver triunfar a los otros, mientras parpadeamos frente a la pantalla.
