Por Kevin Alcaraz
Armada con una magnética presencia, un grupo superlativo de colaboradores y una incansable fuerza motora, fue la epítome de la estrella pop mundial setentera; no solo una soprano etérea sino una auténtica leyenda de su generación. Sin exageración alguna, se trata de la Reina de la Música Disco.
Nacida como LaDonna Adrian Gaines, creció en Boston, Massachusetts en el marco de los felices años cincuenta. Según sus padres aprendió a cantar incluso antes de saber hablar. Se involucró en diversos grupos góspel durante su infancia y adolescencia; hasta que, una vez concluida la preparatoria, se mudó a Nueva York para unirse a la banda de rock psicodélico Crow.

Para finales de los sesenta, la banda había fallado en lograr grandes audiencias a pesar de pertenecer al nicho sensación del momento; por lo que, Donna resolvió aceptar la invitación de mudarse a Alemania e integrarse al musical Hair, siendo esta la primera gran decisión de su vida.

En Europa, aprendió a hablar un alemán fluido, además de conocer al inmortal Giorgio Moroder y a su futuro esposo Helmut Sommer: dos personajes claves en su carrera. En caso del primero, se trata de, quizá, el máximo responsable en cimentar el sonido disco y dance durante los setenta y ochenta; mientras que el segundo, confirió a la cantante su icónico apellido, el cual conservó a pesar de que la pareja se separó unos tres años después – algo similar a lo hecho por Pat Benatar a finales de la década-.
Finalmente, Summer lanzó su debut Lady of the Night en 1974, el cual fue recibido con entusiasmo en Europa continental, más no así en América. Sin embargo, el punto de inflexión llegó apenas al año siguiente con el sencillo Love to love you baby -desprendido del álbum homónimo-; pues, gracias a sus constantes y sensuales gemidos a lo largo de 16 minutos, había una nueva estrella en boca de todos justo a las puertas del fenómeno musical definitorio de la década: la disco.
Lo que seguía era la consagración de Donna como la indiscutida reina de las discotecas, destronando a la mismísima Gloria Gaynor. I Remember Yesterday (1977) trajo consigo I feel love; tema compuesto por Moroder y que pasaría a la historia por ser el primer éxito con arreglos completamente sintetizados y que, a la postre, su semilla daría fruto a la música dance -género sumamente popular en los años noventa-.

Un año después Last dance, de la cinta Thank God It’s Friday y protagonizada por la misma cantante, ganó el Óscar a mejor canción. Aunque, el punto más alto sería alcanzado en 1979 con la publicación de Bad Girls; y es que, nunca antes una mujer había colocado tres canciones en la cima de las listas de popularidad en un mismo año: Summer lo hizo por partida cuádruple con Bad girls, Hot stuff, On the radio y No more tears (Enough is enough) -esta última en dueto con Barbra Streisand-.
Todo cambió el 12 de julio de 1979, cuando se llevó a cabo la histórica Disco Demolition Night en la ciudad de Chicago. Luego de que miles de personas atendieran el llamado a presentarse al Comiskey Park para incendiar vinilos de música disco producto de su sobreexplotación, el mensaje fue alto y claro: Disco Sucks!
A partir de este punto, la popularidad del género cayó en picada hacia el descrédito y la vergüenza. Summer ahora poseía la corona de un reino inexistente; además de que, de forma casi clandestina, había contraído una severa adicción por los tranquilizantes desencadenada por ansiedad y depresión.

Aún así, decidida a no morir artísticamente, atendió su dependencia a las sustancias, deshizo su relación profesional con Giorgio para comprometerse con Quincy Jones -recién inmortalizado como mito musical con la publicación de Thriller de Michael Jackson-, además de contratar al infalible trío de compositores Stock, Aitken y Walterman, y mudarse a Geffen Records, quienes le prometieron más libertad creativa.
De esta forma, Donna navegó durante los ochenta entre el pop, rock, dance y reggae, publicando una serie de trabajos que buscaban siempre el siguiente hit de su amplio catálogo. Entre los sencillos más memorables de esta época se encuentran State of independence (Donna Summer, 1982), This time I know it’s for real (Another Place & Time, 1989), y, en particular, She works hard for the money, desprendido del álbum homónimo. A este último, lo acompañó un icónico videoclip, el cual se convirtió en el primero en ser protagonizado por una mujer negra que tuvo una gran difusión en la MTV; sin mencionar ser la primera afroamericana en ser nominada a los premios de dicha cadena.
En cambio, para los noventa, la reputación de Summer tocó fondo cuando se le acusó de realizar comentarios homofóbicos relativos a la participación de la comunidad gay en la flamante popularidad del VIH/SIDA. Aunque ella los desmintió cuantas veces le era posible, el público parecía haberle dado la espalda. Intentó volver a la actuación, reencontrarse con Moroder, presentar material gospel y navideño, incluso colaboraciones con otros artistas: nada dio resultado.

No fue hasta la publicación del álbum Crayons en 2008 -su primera producción original en 17 años- que la audiencia hacía memoria de su nombre, alcanzando un éxito moderado por sumamente respetable. Tristemente, este sería el último trabajo de su carrera; pues, Donna falleció el 17 de mayo del 2012 debido a que había desarrollado cáncer de pulmón ocasionado por inhalar los gases de los oleo que usaba para pintar: su pasatiempo favorito desde mediados de los noventa.
A diez años de su partida, es justo recordarla como una modelo que cimentó y popularizó los setenta como posiblemente ninguna otra mujer lo logró. Más aún, su fruto alimentó a otras leyendas como Whitney Houston y Beyoncé, además de seguir tangible en la música electrónica actual.
Donna Summer, aunque también representa la riqueza de la música al haber explorado diversas corrientes, será siempre sinónimo de moda nostálgica. No solo fue la única sobreviviente a la muerte de su género, sino que su puesta en escena le dio un toque más teatral al mundo de la canción. Su arte creó planetas tan elaborados y coloridos que, aún al día de hoy, se sienten como sacados de un libro de ciencia-ficción.
“I don’t like to be categorized because I think that I am an instrument, and if you play me, I’ll make whatever particular sound is supposed to come out for that color,”
Summer