Etta James: la vida, el ingenio y sus secuelas.

Por Kevin Alcaraz

Portar el manto de la matriarca del blues no es poca cosa; como es de imaginarse, solo una cantante dotada de una exuberante voz cuya hambre emocional es capaz de helar al oyente podría lograrlo. Asimismo, toda aquella energía fue consecuencia de vivir una novela trágica, pues esta mujer fue una niña abandonada, una dama que se llenó de malas decisiones, una artista airada con la industria, y una ciudadana furiosa con su marginada sociedad.

Jamesetta Hawkins nació el 25 de enero de 1938 en el centro del estado californiano. Su madre entonces tenía 14 años de edad y la identidad de su padre era un completo misterio; por lo que, aún siendo una niña, tuvo que calar en una serie de familias adoptivas y orfanatos religiosos.

Justamente, fue en los centros de prohijamiento protestantes en los que dio sus primeros pasos en el canto. Gracias al gospel cristiano y un puñado de reverendos abusivos, el talento innato de aquella pequeña niña no pasó desapercibido para Johnny Otis -descubridor de astros como Jackie Wilson y Big Mama Thornton-.

Este convenció a Jamesetta de invertir su nombre y mudarse a Los Ángeles con él para fundar el trío pop The Peaches; dando así con su icónico apodo: Miss Peaches. Etta no podía estar más de acuerdo con el trato, ya que, con la reciente muerte de su madre adoptiva, había vuelto a las faldas de su madre biológica y a la delincuencia callejera. Lo único que debía hacer era mentir sobre su edad, decir que tenía 18 años, falsificar la firma de su tutora -quien entonces estaba en prisión- y hacer las maletas.

“My mother was never there when I got off from school, so I could pretty much do what I wanted to do … drinking, smoking weed.”

James

Para cuando tenía 21 años, el grupo ya se había disuelto y su recién adquirida adicción a la heroína la condujo a inaugurar su carrera como solista con el sencillo All I could do was cry. La buena recepción del tema encaminó lo que sería el álbum debut At Last! publicado en 1960, el cual venía cargado con canciones que serían elementales en la popularidad del R&B y soul en el público general como A Sunday kind of love, I just want to make love to you y Stormy weather.

Durante los siguientes años, Etta incorporó de a poco cada vez más elementos gospel en su música. Something’s got a hold on me, I’d rather go blind y Tell mama -temas imprescindibles en su trayectoria- presumían arreglos jazz con suntuosos toques blues y doo-wop; una hazaña que luego sería conocido como el dominio del soul sureño.

Aunque la crítica no podía ser mejor, en la práctica, la fama cosechada durante los sesenta no costeaba la creciente dependencia estupefaciente de la cantante. De hecho, para finales de la década, con la muerte de Leonard Chess -la mente detrás del relativo éxito de la disquera- y sus recientes nupcias con Artis Mills -un declarado drogadicto-, el pozo en que se encontraba solo se haría más profundo con los años.

Luego de meterse en problemas por firmar cheques falsos, la pareja fue arrestada por posesión de narcóticos; él fue condenado a más de diez años de prisión, ella a pasar por una extensa rehabilitación de 17 meses en el hospital para tratar su adicción a la metadona.

Una vez concluida su estancia en la clínica, Etta se encontraba completamente sola en su mundo; escribió en una forma mucho más desafiante y abrasiva producto de sus nuevas relaciones autodestructivas. Naturalmente, el haber coqueteado con el rock durante los setenta y haber expuesto una completa transparencia a expensas de su salud física y mental, dio como resultado que muchos fanáticos consideren esta sensible etapa como la mejor de su carrera.

Una vez que su esposo fue liberado en 1981, y ella estaba medianamente reintegrada, tocaba el turno de atender la salud física; y es que, para poder cantar siquiera -sin mencionar dar uno o varios conciertos- era indispensable perder peso primero. Así, a finales de los ochenta, el álbum Seven Year Itch (1988) marcó uno de los comebacks más espectaculares que se recuerden.

Etta volvía a la memoria colectiva en los noventa cosechando la atención que siempre ameritó su persona. Se apilaron en sus hombros premios Grammy, reconocimientos e inducciones en numerosos salones de la fama, comenzó a ser nombrada en distintas listas como una de las mejores cantantes en la historia; y, aunque su música ya no se ajustaba a los estándares de la época, las nuevas canciones fueron recibidas con los brazos abiertos, pues cobraban tonos cada vez más poéticos presagiando el triste final de una carrera que terminó mereciendo aún más justicia.

En enero del 2010 fue hospitalizada por complicaciones a causa del Alzheimer y el desarrollo de una leucemia terminal. Aún en plena lucha mortal, su última voluntad fue la de grabar un álbum de despedida; así, The Dreamer vería la luz a finales del siguiente año, un dignísimo trabajo que capitaliza el incalculable legado de quizá la mejor cantante de todos los tiempos.

Finalmente, el 20 de enero del 2012 -cinco días antes de su cumpleaños 74- dio su aliento terminal.

La historia de la música no podría entenderse del todo sin la todopoderosa presencia de Etta James que, además de servir como puente entre el R&B y el rock and roll, también impactó en otros colosos de la canción como Janis Joplin, The Rolling Stones, Rod Stewart o Amy Winehouse. Más aún, su carrera ha sido objeto de admiración por décadas debido a sus constantes arrebatos, actos salvajes, impulsos desesperados y una actitud caprichosa siempre acompañada de una fuerza motora insospechada en los escenarios.

Simplemente una cantante formidable.

“Her gutsy, take-no-prisoner vocals colorfully interpreted everything from blues and R&B/soul to rock n’ roll, jazz and gospel.”

Billboard

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