Por Kevin Alcaraz
Justo durante la fiebre por el rock alternativo noventero, hubo otra propuesta periférica cuya formidable voz se alzó como sinónimo de versatilidad suave, ópera y góspel. Dotado también de un brillo ocultar que delataba su autoproclamada carisma y sensualidad calculada; su figura emergió como sinónimo de un corazón sangrante y la máxima representación musical de una promesa incumplida.
Hijo del vanguardista y subestimado músico Tim Buckley, Jeffrey Scott Moorhead creció en una casa promedio californiana atestada de Led Zeppelin, Queen, Jimi Hendrix, The Who y Pink Floyd.
No fue sino hasta los ocho años de edad que encontró su certificado de nacimiento, para así descubrir la identidad de su padre biológico, quien luego de ver a su primogénito por primera vez en 1974 murió al año siguiente por sobredosis. Poco después, el pequeño Scottie decidió que sería un gran cantante y que adoptaría su nombre real: Jeff Buckley.

Durante su adolescencia, mientras estudiaba en el prestigioso Musician’s Institute vagó por diversos proyectos reggae, heavy metal, jazz, funk y R&B, hasta que resolvió mudarse a Nueva York para tocar en pequeños clubes nocturnos del East Village.
Cabe destacar tanto el tributo que rindió a su padre en 1991 y sus actuaciones en el mítico Sin-é. La reputación de Buckley creció como la espuma mientras interpretaba a artistas tan variados como los Bad Brains y Nusrat Fateh Ali Khan, siempre con una profunda carga folk y una descomunal intensidad emocional.

“It wasn’t my work; it wasn’t my life. But it bothered me that I hadn’t been to his funeral, that I’d never been able to tell him anything. I used that show to pay my last respects.”
Buckley.
Al poco tiempo, colosos de la canción como Jimmy Page, Thom Yorke, Bob Dylan y Paul McCartney ya daban fe de su potencial. De hecho, era común entonces que después de cada show, decenas de limosinas le esperaban afuera con la empresa de convencerle de firmar con cierta disquera. Al final, quien se llevó el gato al agua fue Columbia Records al ofrecerle un contrato de tres álbumes y un millón de dólares.
Inmediatamente se empezó a gestar Grace –el mejor álbum jamás grabado, según David Bowie-. Este contenía un auténtico caldero burbujeante de melancolía nocturna, que, poco a poco, pero con fuerza inexpugnable, captaron tanto al público mainstream como al más demandante con canciones como Last goodbye, Lilac wine (original de Nina Simone), Lover, you should´ve come over y, en especial, Hallelujah de Leonard Cohen.

A decir verdad, esta última se alzó como la versión definitiva, ya que, no es ningún secreto que la original para entonces era solo una pieza más de la extensísima discografía de Cohen, quien no tardó en reconocer como Jeff sublevó el tema hasta convertirse en el pináculo de su vida, así como en uno de los clásicos más celebrados y emotivos de todos los tiempos.
Lo que siguió fue una más que extensa gira mundial que, además de convertirlo en el máximo augurio mundial, también le sumió en las sofocantes expectativas del mercado global; lo que le llevó a usar diversos seudónimos entre conciertos con la esperanza de encontrar un espacio creativo en medio del bullicio.

“There was a time in my life not too long ago when I could show up in a cafe and simply do what I do, make music, learn from performing my music, explore what it means to me. I loved it and then I missed it when it disappeared. All I am doing is reclaiming it.”
Buckley.
Listo para trabajar en su siguiente material, Buckley produjo algunos demos en Nueva York. Poco después, insatisfecho con lo logrado se trasladó a Memphis para grabar lo que llevaría por título My Sweetheart the Drunk.
Sin embargo, la noche del 29 de mayo de 1997, Jeff fue a dar un paseo por la ciudad con su amigo Keith Foti, al tiempo en que el resto de la banda arribaba al aeropuerto para iniciar las sesiones de estudio al día siguiente. Totalmente perdidos y cargados con una pequeña grabadora al ritmo de John Lennon y Jane’s Addiction, ambos dieron con el río Wolf. Decidieron sentarse a la orilla por un rato, hasta que el cantante se dirigió -aún vestido- a lo más profundo del agua cantando Whole lotta love. Cuando su cuerpo fue cubierto por completo por una estela causada por un bote cercano, ya no se le volvió a ver sino hasta cinco días después envuelto en ramas y a kilómetros de distancia de donde se llevaban a cabo los esfuerzos de los equipos de rescate y buceo.

Tras la respectiva autopsia, no se encontraron rastros de alcohol o drogas en el organismo de Buckley, aunque sí alzó una serie de cuestionamientos sobre su estado mental; pues, era bien sabido por sus familiares y allegados que sufría de un intenso trastorno bipolar. Solo él podría decir si su condición menguó su juicio o si en verdad se trató de un más que desafortunado accidente.
El poquísimo material grabado terminaría viendo la luz con la publicación de Sketches from My Sweetheart the Drunk. Además de los temas Everybody here wants you, Nightmare by the sea, The sky is a landfill y Yard of blonde girls destaca como estos desnudaban las nuevas influencias de Jeff que iban desde el soul hasta el rock gótico.

Desde entonces, su figura no ha hecho más que inspirar y ser vanagloriada por una multitud de músicos. Decenas de canciones han sido escritas en su honor como Teardrop de Massive Attack, Memphis de PJ Harvey, Wave goodbye de Chris Cornell, Rilkean heart de Cocteau Twins, Shiver de Coldplay, Gods and monsters de Lana Del Rey y Memphis skyline de Rufus Wainwright, entre muchos otras.
También, desde hace más de una década, se viene hablando de una posible película biográfica que finalmente parece podría ser protagonizada por Reeve Carney, y que se espera se empiece a rodar en los siguientes años.
Ya sea que esta llegue o no, siempre queda la sensación de que, sin importar la cantidad de producciones o páginas que se le escriban, estas serán insuficientes para dimensionar la trágica promesa eludida de su iconografía.
Jeff Buckley iluminó su época, cantó con una sensibilidad vocal capaz de aplastar a cualquier oyente. Sin duda, se trata de uno de los más aclamados e influyentes cantantes en la historia moderna, titán musical, leyenda urbana, y un verdadero poeta de las relaciones fallidas, incluida la suya con la mortalidad.
“Jeff Buckley was a pure drop in an ocean of noise”
Bono.