Por Adolfo Aguirre
Este fin de semana estuvo disponible a modo de prueba multijugador, el completo y recién lanzado Call of Duty Vanguard. Esta franquicia ha representado una parte importante de mi tiempo como jugador: la primera entrega de Modern Warfare por allá de 2007 fue un parteaguas para la industria y para mi como consumidor, y fue éste el título que me hizo finalmente adquirir una consola que no era de Nintendo.
Lo jugué durante horas, seguramente más de las que me gustaría admitir, y fue una pieza central en algunas de las amistades que hice en esa época y que perduran hasta la fecha.
Después llegó la universidad, con ello los años de “estudihambre”, y luego me fui desconectando de las entregas anuales de esta franquicia. No fue hasta finales del año pasado, con el lanzamiento de la actual generación de consolas, que una vez más volteé hacia Call of Duty. Necesitaba un título con el cual estrenar mi PlayStation 5, y todas las críticas hablaban maravillas sobre las funciones de control en el entonces nuevo Call of Duty: Black Ops Cold War. “Bueno”, pensé, “me daré el gusto.”

Que viva el ingreso disponible para cosas innecesarias.
Admito que a los pocos días de haber comenzado a jugar, ya había acumulado cien horas ahí (ni pregunten cuántas llevo ahora). Fue una experiencia relajante el poder volver a vivir la emoción de aquello que me estaba dando momentos divertidos, partida tras partida. Fue todo tan familiar: era como si estuviera jugando una versión mejorada de lo mismo que disfrutaba en al adolescenci
Pero lo anterior es un tema a menudo mal criticado, tanto en esta como en otras entregas:
La falta de evolución ha sido marcado como algo malo. A pesar de las ventas cada vez más impresionantes. Y aquí, en las horas que comencé a pasar con el juego, me hizo todo mucho sentido: estaba enganchado precisamente porque es algo que ya conozco. No tengo que aprender otra vez cómo disparar, como moverme en estos mapas, cómo interactuar con la física del juego. Todo esto ya lo conozco, desde hace casi quince años, y me sentía como en casa.
Como alguien que se dedica a la difusión de videojuegos independientes, seré uno de los primeros en comentar mi frustración:
Una gran mayoría de personas no están dispuestas a mirar hacia cosas nuevas; ignoran las increíbles propuestas creativas que están haciendo equipos pequeños en todo el mundo, y que en mi opinión, son mucho más emocionantes que lo que vemos en los grandes eventos de la industria. Cuando recientemente se anunciaron las nominaciones a lo mejor del año en The Game Awards, no pude evitar la decepción al ver que una vez más tenemos a la crítica conmemorando los trabajos de los mismos de siempre e ignorando por completo a la vasta mayoría de la fuerza creativa en el mundo que están haciendo propuestas interesantes y frescas.

En ocasiones necesitamos de “lo mismo de siempre”.
La zona de confort no es algo malo necesariamente, y merecemos también disfrutar de ello.
Cuando hablaba con mi novia apenas empezábamos a jugar la versión de prueba de Vanguard estos últimos días. A ella le alegraba que fuera “lo mismo” sin sobreestimularal jugador, que le obligara a aprender nuevos comandos, menús y sistemas. Es un juego que abiertamente le da la bienvenida como muy pocos.
Un balance entre lo conocido y lo nuevo creo que es lo ideal.
Seamos abiertos a probar cosas nuevas, a dar visibilidad a quienes están luchando por ella y por entregarnos juegos interesantes. Y no tengamos pena en disfrutar lo que ya conocemos, lo que llevamos más de una década consumiendo.
A fin de cuentas: las únicas personas que tenemos voz y voto en lo que hacemos, somos nosotros mismos.
