Por Kevin Alcaraz
Con cierta frecuencia, es posible escuchar sobre figuras públicas sumamente amadas por la audiencia que, debido a sus demonios personales, llevan cargas que les resultan imposibles de sopesar. Algunos viven para contarlo, otros no; sin embargo, la inmensa mayoría de estos casos carecen de la mística como la presente en la carrera del actor más entrañable de la televisión noventera.
Matthew Perry creció en Ontario entre cámaras y campos de arcilla. Se podría decir que su mamá, quien era secretaria de prensa para el gabinete presidencial, lo acercó por primera vez al mundo del espectáculo. Aunque de pequeño ya mostraba talento e interés por la actuación, participando en múltiples adaptaciones estudiantiles como The Sound of Music, El Hombre Elefante o El Milagro de Ana Sullivan, sus más profundos anhelos infantiles rondaban en consagrarse como campeón mundial de tenis. Incluso, se dice que verdaderamente tenía este potencial.
Sin embargo, con solo 15 años de edad, emprendió el vuelo rumbo a Los Ángeles donde, además de estudiar la preparatoria, se educó en varios grupos de improvisación, destacando su paso por la LA Connection.
Esta formación le abrió las puertas de a poco en proyectos en los que interpretaba, en su mayoría, papeles secundarios.
Durante los ochenta y la primera mitad de los noventa, Perry navegaba sin rumbo de audición en audición buscando el proyecto que le estableciera como estrella. Destacó moderadamente en la serie Second Chance (1987-1988), que luego cambiaría nombre a Boys Will Be Boys, y en Sidney (1990); el prestigio buscando no se dejaba conquistar, pero sí seducir.
Todo cambió cuando, en 1994, escuchó sobre la nueva serie de la NBC llamada Six of One bajo la producción de Marta Kauffman y David Crane.
Tras las sesiones de audición, Matthew se quedó con el papel de Chandler Bing, el proyecto fue renombrado como Friends y este emprendió los diez años más exitosos para cualquier programa de televisión en la historia norteamericana.
Al tiempo que Chandler se convertía en uno de los rostros más carismáticos de Estados Unidos, su actor encabezó también una seguidilla de producciones importantes para la pantalla grande: Fools Rush In (1997), a lado de Salma Hayek; Almost Heroes (1998), junto a Chris Farley; Three to Tango (1999), coprotagonizada por Neve Campbell; The Whole Nine Yards (1999), y su secuela en 2004, junto a Bruce Willis; y Serving Sara (2002), junto a Elizabeth Hurley, son algunos de ellos.
Durante estos años, secretamente, Matthew luchaba con intensidad contra una seria adicción al vicodin y las anfetaminas.
Los supuestos “mejores años” de su carrera los pasó entre centros de rehabilitación, consejos de Jennifer Aniston para conservar su peso a causa del alcoholismo e, incluso, episodios de fuga disociativa entre 1996 y 1999.
“There was steam coming out of my ears, I wanted to be famous so badly”
Perry
Para los últimos dos años de Friends, Perry parecía haber encontrado algo de estabilidad. Se recuperó de sus problemas adictivos, fue nominado al Emmy del 2002, en el que, por cierto, pidió que retiraran su nombre para hacerlo un premio colectivo junto a sus compañeros de elenco, quienes para entonces ya cobraban un millón de dólares cada uno por episodio, gracias al rotundo éxito de la serie.
Una vez que esta terminó, la siguiente década de Matthew tuvieron un pulso similar a sus primeros años en el negocio.
Cada calendario traía consigo un proyecto nuevo que, casi con seguridad, sería cancelado tras la primera temporada: Studio 60 on the Sunset Strip (2006), Mr. Sunshine (2011), Go On (2013), y mención especial para The Odd Couple (2015-2017), la cual sobrevivió por tres temporadas antes de ser abortada.
Por otro lado, Perry se aventuró a darle más dimensiones a su carrera emprendiendo películas con cierto éxito, tales como The Ron Clark Story en 2006, Numb del 2007, y 17 Again en 2009; las dos primeras interpretando roles dramáticos con muy buena aceptación.
También, se dio el tiempo en 2010 para prestar su voz en el videojuego Fallout: New Vegas, saga de la que es un fiel seguidor.
Otro de sus rasgos en años recientes tiene que ver, precisamente, con el tipo de personajes a los que ha dado vida. Estos han tendido a acarrear problemáticas relacionadas a la crisis de la mediana edad, el autodescubrimiento, la pérdida de seres queridos o la ausencia de afecto, características que según lo más allegados a él reflejan un paralelismo con su vida privada.
A decir verdad, en 2013 protagonizó una polémica entrevista titulada “Mi vida como un adicto”, en la que relató lo más superficialmente posible aquellos delicados episodios que ya eran parte del dominio público.
Aunque no profundizó en las dificultades por razones que solo él sabe, a partir del especial de HBO del año pasado: Friends Reunion, Matthew dejó algunas valiosas pistas sobre sus viejos procesos contra sus propias inseguridades, relatos que sorprendieron a sus mismos ex compañeros de elenco.
El hecho de que, con los años, se ha convertido en vocero de múltiples campañas contra las adicciones, que ha donado propiedades suyas en favor de convertirlas en centros de rehabilitación y, especialmente, que por fin confirmó que este otoño traerá consigo su tan esperada autobiografía, en la que se cree desvelará las presiones y pasiones por las que pasó durante sus años mozos, hablan un poco más sobre el mito que esconde una de las sonrisas más célebres del entretenimiento.
Lo que es innegable es que aún parece haber Matthew Perry para unos años más.
“There has been so much written about me by others in the past. I thought it was time people heard it directly from the horse’s mouth”
Perry