Por Kevin Alcaraz
Popularizar los tenis Nike más que Michael Jordan y los viajes en el tiempo más que H. G. Wells es currículum suficiente para dimensionar lo abrumadoramente exitosa que fue la carrera del actor que definió mejor que ningún otro el término de “estrella adolescente”.
Michael J Fox se convirtió en astro solar prácticamente en el momento en que una cámara apuntó en su dirección por primera vez.
Luego de trabajar en pequeñas producciones en su natal Canadá ganó el suficiente crédito para mudarse a Los Ángeles y recoger del suelo el fallido papel de Alex P. Keaton -creado originalmente para Matthew Broderick– para la serie de la NBC: Family Ties (1982-1989).
En tiempo récord, todo televidente norteamericano cayó ante la carismática e hipnótica fuerza protagónica del joven republicano. Sin embargo, no fue el popular show de seis temporadas el que lo convirtió en estrella mundial, sino Bob Zemeckis y Back to the Future (1985). A decir verdad, el filme no solo inmortalizó a sus artúricos protagonistas y todo cuanto apareciera en cuadro; también dejó un incalculable legado que se acrecienta con cada nueva generación de creadores: Rick and Morty, por ejemplo.

Para finales de los ochenta, Michael debía dar vida a Alex P. Keaton de día y a Marty McFly de noche, todos los días, durante semanas, incluso meses. Las angustiantes jornadas laborales empeoraron cuando, luego de haberse comprometido a numerosas cintas, Universal Pictures confirmó la realización de la icónica trilogía coprotagonizaba por Christopher Lloyd.
Transitar de roles juveniles al siguiente nivel fue particularmente complicado; su corta estatura y el inmutable legado que había construido en solo unos años como actor adolescente fueron obstáculos para él. Vinieron cintas que lo mantuvieron vigente pero que no le valieron una gran aclamación crítica como The Secret of My Success (1987), Bright Lights, Big City (1988) y Casualties of War (1989).
En secreto, le fue diagnosticado principios de párkinson a partir de unos ligeros pero constantes dolores en la espalda; Fox solo tenía 29 años. Tras ser sentenciado a trabajar solo por diez años más antes de que le fuera imposible memorizar algún diálogo, cayó en una espiral de depresión y alcohol, comprometiendo severamente uno de los más grandes símbolos del sueño americano que incluso llegó a ser censurado para salvaguardar su pulcra imagen.

“My work as an actor does not define me.”
Fox
Ya con la cuenta regresiva en marcha y en plena conciencia de que no tenía nada que demostrar, los nuevos proyectos en su carrera revisitaron la comedia sin olvidar los puntos que había ganado como actor dramático. Doc Hollywood (1991), For the Love or Money (1993), Greedy (1994) y The Frighteners (1996), entre otras, mostraron a un Michael doctor, conserje, arquitecto, reportero, una autoparodia a veces; una de cal y otra de arena, él simplemente flotaba frente a las cámaras.
La última gran producción antes de su inminente retiro fue la flamante serie de ABC: Spin City (1996-2002). Durante sus primeros cuatro años el subalcalde neoyorkino Mike Flaherty se alzó como uno de los personajes favoritos de la televisión estadounidense, hasta que, finalmente, la enfermedad que aquejaba a su actor fue revelada luego de casi diez años de anonimato, dejando al elenco huérfano de su protagonista. El show continuó por otras dos desangeladas temporadas.
Con la firme convicción de dedicar más tiempo a la familia, Fox se ha limitado a prestar su voz para cintas como Stuart Little (1999), sus secuelas (2002, 2006) y Atlantis: The Lost Empire (2001). También fue invitado en programas como Scrubs (2004), Boston Legal (2006), Rescue Me (2009) y The Good Wife (2010); aunque, sin duda, el proyecto más ambicioso que ha hecho desde el forzado retiro fue su homónimo show de veintidós episodios en 2013.

“There is a time for everything, and my time of putting in a 12-hour workday, and memorizing seven pages of dialogue, is best behind me.”
Fox
Más importante aún, apenas había anunciado su condición hace más de veinte años, The Michael J. Fox Foundation vió la luz, y desde entonces ha encabezado importantes campañas de activismo contra el párkinson siendo incluso la mayor donante en Estados Unidos para la investigación de la enfermedad con cifras que llegan a los 250 millones de dólares.
Fox ha encontrado también conexión con la palabra escrita; pues en 2020 publicó su cuarto libro No Time Like the Future: An Optimist Considers Mortality. En este, anunció lo que parecer ser una despedida definitiva debido a consecuencias cognitivas severas de su padecimiento como pérdida de memoria, demencia, confusión y “sentirse peor de lo que se ve Keith Richards“ en palabras del propio actor.
Michael J Fox no ha envejecido en la memoria colectiva; fundamentalmente por su temprana retirada; pero hoy es un hombre de 61 años cuyas pequeñas acciones están haciendo un verdadero cambio social.
Disfruta de ver Peaky Blinders junto a su esposa Tracy Pollan, jugar con sus cuatro hijos y su gran danés-labrador llamado Gus, y de ver sin compañía Once Upon a Time in Hollywood de Quentin Tarantino, en la que encuentra más de un paralelismo entre su protagonista y él mismo.
Aunque ha confesado que, si el optimismo es su fe, hay días en que pierde su religión, sabe que tan progresivo como es el párkinson también lo debe ser su convicción de avanzar. Con cada libro viene una visión cada vez más sobria y realista sobre la mortalidad, siempre recordando que la máxima en la vida es la gratitud: un legado ciertamente más trascendental que cualquier cinta o papel.
“With gratitude, optimism becomes sustainable.”
Fox