Patti Smith: idilio con las ideas.

Por Kevin Alcaraz

Cargar con el epíteto de ¨madrina del punk¨ no debe ser una tarea fácil; menos aún podría ser ganarse dicha distinción. Sin embargo, no hay duda que, ser la mujer más representativa del género y una de las más prolíficas pensadoras en el mundo de la canción, son argumentos de sobra para reclamar un sitio dentro de la realeza musical.

Nacida en Chicago, pero criada en Nueva Jersey, Patti Smith no parecía tener muchas oportunidades de destacar en la vida; primero, por la radical educación monoteísta que absorbió desde pequeña; y segundo, por no mostrar durante su infancia indicio alguno de liderazgo o tendencia vanguardista. Incluso se le recuerda como una niña sumamente tímida, enfermiza, torpe y con serios conflictos sobre su propia sexualidad.

Más tarde, gracias a su intachable escuela musical (John Coltrane, Little Richard, The Rolling Stone y, en particular, Bob Dylan), durante la adolescencia contrajo una personalidad insaciable siempre en busca de nuevas ideas y expresiones artísticas.

 “I wasn’t attractive, I wasn’t very verbal, I wasn’t very smart in school. I wasn’t anything that showed the world I was something special, but I had this feeling that I was going to go beyond my physical body… I just knew it.”

Smith.

Luego de embarazarse, dar a su hijo en adopción y abandonar la universidad para trabajar como operadora en una fábrica de Nueva York a inicios de los setenta, convenció a su hermana menor de acompañarla a París para emprender una carrera como actriz callejera. Poco después, Patti regresó a la Gran Manzana para conocer al primer personaje clave en su vida: el eterno Robert Mapplethrope, a quien incluso ha reconocido como ¨el artista de su vida¨.

Juntos, sortearon una relación tan intensa y problemática como vital para la popularidad de la fotografía neoyorquina. Todas aquellas sesiones austeras y profundamente demostrativas -que luego servirían como carátulas para los primeros álbumes de la cantante-, hoy son colecciones invaluables para la cultura pop norteamericana.

Luego de que terminara el amorío entre ambos -tras que Robert se autodescubriera como homosexual-, Smith empezó a ganar fama en el circuito contracultural gracias a su trabajo como pintora, como periodista musical para las revistas Creem y Rolling Stone, y, en particular, por sus presentaciones como poeta escénica en el icónico templo punk: el CBGB.

Para 1974, la atención que atrajo fue tanta que los Blue Öyster Cult, quienes entonces buscaban vocalista, no repararon en darle la oportunidad, al tiempo en que Arista Records –a recomendación de su ídolo personal: Bob Dylan– le ofrecía un contrato para iniciar una carrera como solista.

Al siguiente año, Patti debuta con el omnipotente Horses.

El álbum destacó de inmediato como catalizador del punk por sus propositivas canciones que incluían palabra hablada y el hecho de que reflejaba a la perfección la decepción de aquella generación de renegados intelectuales. Este abría con la inmortal cita inicial de Gloria: ¨Jesús murió por los pecados de algunos, pero no los míos¨; además de incluir otros temas que viven en el imaginario del público más lírico del género como Redondo Beach, Free money y Land: Horses/Land of a thousand dances/La mer (de).

¨I decided then that I was going to start a band.”

Michael Stipe cuando escuchó Horses.

Luego llegó una serie de álbumes (Radio Ethiopia, 1976; Easter, 1978; y Wave, 1979) cargados con mucha energía maniaca, letras genuinas y hábiles juegos retóricos, pero que confirmaron lo que todos ya sabían: el punk representaba una especie de suicidio comercial para sus precursores. Aún así, asestaron canciones inolvidables como Pissing in a river, Because the night, Rock n roll nigger, Frederick y Dancing barefoot.

Por estas fechas, Patti se comprometió con Fred ¨Sonic¨ Smith (ex guitarrista de MC5), no sin antes pagar por su matrimonio con el popular mal chiste de que lo hacía solo para no cambiar legalmente su nombre. De esta forma, la pareja se mudó a Detroit y entró en un semi retiro artístico -interrumpido solo por la publicación del álbum Dream of Life en 1988, el cual contiene el himno People have the power– para darle paso a una vida más doméstica y formar una familia.

No fue sino hasta mediados de los noventa en que el mundo de Smith se vino abajo; su esposo falleció en 1994 de un ataque fulminante al corazón, y poco después el menor de sus hermanos también sucumbió ante la muerte.

Fue así que, sumida en la desesperanza, Bob Dylan le invitó a salir de gira con él para afrontar al mundo de la única forma en que sabía hacerlo: escribiendo, componiendo, pintando, creando.

“The people I lost all believed in me and my children needed me, so that’s a lot of reasons to continue. Whether it’s a new book, or the sky is beautiful, or another full moon, or you meet a new friend—life is interesting.”

Smith.

Irónicamente, durante este periodo prácticamente cualquier canción que sonaba en la radio –desde Garbage, Sonic Youth, Hole, hasta cualquier acto salido del sonido de Seattle– le debía, aunque sea un poco, a Patti.

Aprovechando el impulso de esta ventana creativa publicó dos series de álbumes tan espectaculares como desconocidos. Primero, y todavía bajo las alas de Arista Records, vinieron Gone Again (1996), Peace and Noise (1997) y Gung Ho (2000); y después, aunque ahora con Columbia Records, fueron Trampin’ (2004), Twelve (2007) y Banga (2012).

Retando lo imposible, Smith se hizo aún más audaz y punitiva con sus líricas, las cuales atacaban frontalmente todo tipo de problemáticas como la invasión a Tíbet (1959), la muerte de Ho Chi Minh (Gung Ho), los ataques israelíes contra el pueblo libanes (Qana) o el encarcelamiento de Murat Kumaz en Guantánamo (Without chains).

Paralelamente, su figura ha resurgido con toda justicia. En 2007, fue inducida en el Salón de la Fama del Rock, dedicando la ceremonia a su difunto esposo. Luego, en 2014, el Estado del Vaticano le invitó a cantar en la navidad de aquel año; alzando así las cejas del público más puritano en la música alternativa.

“It’s a Christmas concert for the people, and it’s being televised. Anyone who would confine me to a line from 20 years ago is a fool! I’m not against Jesus. I don’t like being pinned down and I’ll do what the fuck I want, especially at my age.”

Smith.

Mención especial a cuando fue invitada a la premiación de Bob Dylan con el Premio Nobel de Literatura en 2016. Su interpretación con lágrimas en los ojos del tema A hard rain’s a-gonna fall fue simplemente impagable.

Ahora, al margen de su ilustre carrera musical, es imposible dimensionar el impacto de Smith en la cultura popular sin visitar su multifacético arte que invade la narrativa, pintura, poesía y la actuación. Afortunadamente, desde el año pasado se anunció un boletín de pago en el que los suscriptores pueden acceder a todo su material histórico.

De hecho, al deconstruir su obra con lupa es cuanto más curioso observar que detrás de cada letra desafiante, irremediablemente, se esconde la sutil vulnerabilidad de una mujer que poco a poco ha desmitificado los valores que la audiencia le adjudicó. Ya no se dice ser feminista, ni indomable o rebelde; pues sabe bien que todo calificativo es una limitante per se; Patti siempre ha sido descaradamente ella misma todo el tiempo.

En un sentido sumamente orwelliano, aquel que dice ser en verdad libre es capaz de crear a partir de cero preconcepciones; así pues, Patricia Lee Smith tiene cincuenta años refrescando sus ideas sobre cualquier línea de guitarra. Son ya cinco décadas de conceptos, palabras y sonidos capaces de encender cualquier bombilla mental; medio siglo de cargar consigo una cámara y vagar con los ojos bien abiertos siempre lista para la siguiente fuente de inspiración. 

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