Por Iracheta
Surrogates (2009) producida por Touchstone Pictures nos sitúa el año 2017, ahí la mayoría de las personas vive su vida de forma remota a través de robots sustitutos. Solo hay un pequeño grupo, un apartheid de disidentes que denuncian lo anómalo de dicho orden. Este espacio representa, junto con la vida que los humanos llevan en lo privado, precisamente aquello que es reprimido en ese orden social: la muerte, el envejecimiento, la enfermedad, la exposición. Las identidades sustitutas hacen posible así un mundo en donde el dolor, el miedo y los riesgos no existen, invirtiendo un planteamiento kantiano de la “insociable sociabilidad”, instauran el ideal de una socialidad sin macilla, sin el elemento insociable en la comunidad humana
La película nos plantea en toda su radicalidad la idea de un objeto interpasivo que viene a dar cumplimiento a la fantasía de la sustitución y el aligeramiento de nuestro choque con la materia, con el prójimo, el trabajo y con los objetos, en suma: la instauración de un “ser-en-el-mundo” mediado por la tecnología biocibernética.

Mientras que esos otros, como materialización de nuestra identidad, operan en el mundo, los sujetos humanos vegetan y controlan (con su mente, sueño de la New Age) desde la oscuridad de sus apartamentos a dichos sustitutos.
Sin embargo, no solo se trata de entes maquinales que hacen el trabajo duro de los seres humanos, sino que están diseñados de tal modo que, a través de ellos, puede experimentarse placer sin todo el riesgo o la contingencia que implica el contacto humano.
La novedad es pues, que este mediador (perfecto y elegible a la carta) es capaz de capturar por completo las vivencias del sujeto que lo controla.
A diferencia de lo que hoy en día se plantea como “realidad virtual” o el “metaverso” en donde los objetos físicos pierden relevancia, las coordenadas de acción se dan en universo 3D y en donde los usuarios pueden trabajar, jugar, socializar, etc. El tipo de existencia que nos plantea Surrogates sigue conservando la referencia al mundo tal y como lo conocemos.
Lo que me interesa destacar brevemente –más allá de la trama detectivesca y el evidente elemento futurista- es el tema de la identidad sustituta en general y la estrategia de ventas o el marketing de la empresa que los produce, pues no es más que otra modalidad de el imperativo al goce y al consumo que circula actualmente en gran parte de la sociedad, sobre todo en lo que hoy denominamos “posmodernidad” o “sociedad consumista.”

“…los sustitutos humanos robóticos combinan la durabilidad de una máquina con la elegancia y belleza del cuerpo humano hoy la mayoría de la gente vive la vida a través de sus sustitutos robóticos…haciendo del mundo un lugar seguro. Relájese en su silla-comando…Y solo con el poder de su mente…puede controlar su sustituto y enviarlo al mundo real. Por fin vivirá la vida que siempre ha deseado. Sin ningún riesgo o peligro para usted.”
A través de un anuncio vemos y escuchamos en la película, como si nosotros fuéramos directamente los clientes potenciales.
El anuncio es completamente trasparente en lo que refiere a su apelación al deseo, ,al ahorro de esfuerzo y la pasividad que se adosa a la adquisición de un sustituto. No solo se trata de un ahorro del choque con la realidad, sino del disfrute máximo o del despliegue de la vida sin la puesta en juego de la finitud. Si lo redujéramos al absurdo sería equiparable a los productos televisados que prometen bajar de peso (y aún más, un cuerpo fitness) mientras la persona permanece tranquilamente sentada, viendo televisión, exigiendo solo un ligero movimiento de pies.
¿No denuncian éstas ofertas de “relajamiento”, “el poder de la mente”, “vivir lo que siempre se ha deseado sin ningún riesgo” las demandas del individuo actual?

Si vemos la película no bajo una clave futurista espontanea, sino a través del crisol del consumismo actual, notaremos que lo que está en juego es lo que Slavoj Žižek denomina como “la mercantilización de nuestras experiencias” (Véase del autor Chocolate sin grasa, 2022).
El caso de la película es ejemplar por que no se trata de una multiplicidad de productos a través de los cuales se nos venden esas experiencias, sino de uno solo que sirve de médium para una experiencia Total. La fabricación de sustituto que vemos en el comercial bien podríamos considerarla como metáfora de la fabricación y el ensamble de la subjetividad de nuestro tiempo.
El tipo de vida que se inaugura a través de los sustitutos no es más que una forma de simbolizar el perfil del “individuo de hoy”, que Alberto Adsuara define muy bien en un texto crítico a propósito de Žižek. De acuerdo con él, el individuo de hoy quiere todo y se cree con el derecho a tenerlo todo.
“…el amor sin roces, la familia sin compromisos, el placer sin restricciones, la salud por defecto…ser libre y no parar por miedo a perderse algo, ser gourmet y vegano, sentirse libre y reclamar más Estado, llevar una buena vida quejumbrosa, creer en la solidaridad sin hacer nada por el otro, etc…”.
Žižek, qué fácil lo tienes. Panfleto contra el intelectual del hoy, 103-104.
El robot sustituto no solo ofrece la posibilidad de ser todo esto a la vez, sino que bien se podría tener un sustituto para cada caso. Hoy en día ese “quererlo todo” y “serlo todo” solo es posible a través de los semblantes que nos fabricamos en las redes sociales.
De acuerdo con Žižek estaríamos ante la figura del consumista que “calcula sus placeres, bien protegido de amenazas y otros riesgos para la salud…el gran esfuerzo de la sociedad hedonista –utilitaria actual es domesticar y explorar este exceso incontrolable e inexplicable para hacerlo encajar en el campo de lo contable y lo explicable” (Chocolate sin grasa, 13-14)
La idea del sustituto juega precisamente con la posibilidad de ofertar la domesticación completa de ese goce.

Pero ¿Qué se nos vende cuando se oferta está “identidad sustituta” ya no solo en términos ficcionales sino a través de los objetos de consumo (sobre todo los exclusivos o los de maracas ostentosas)? ¿Qué se oferta cuando se nos ofrecen posibilidades infinitas de ser y, sobre todo, la realización “completa” de nuestro deseo? ¿Realmente es posible ser lo se quiera ser? Si hacemos eco del emplazamiento actual del “discurso capitalista” (Jorge Alemán) estaríamos ante una oferta de orden in-humano, es decir, con la negación de la castración o de la asunción de nuestro imposible constitutivo.
De tal modo que lo que está en juego pues, paralelamente a la promesa de realización del deseo, es una búsqueda imposible.
El vuelco y el final infeliz de la película consiste en que no hay una salvación de dicha situación alienante, o al menos no del todo. Es decir, no es que al derrocar al medium cibernético o al ser liberados de ese orden “artificial”, el sujeto quede finalmente liberado, listo para encontrarse transparentemente a sí mismo. No al menos desde una perspectiva lacaniana pues
“La identidad sólo es posible como una identidad fracasada; sigue siendo deseable justamente porque es esencialmente imposible.”
Stavrakakis, Lacan y lo político, 55.

La creencia de una desalienación y una pacificación completa es quizás el error de los “humanistas” disidentes en la película, pues se ignora que esa alienación esta inscrita ya en la imposibilidad humana de lograr una identidad total. Hay que decir pues que, en todo caso, lo que se gana es nuevamente la condición parar un movimiento que se define por su fracaso.
Lo que se vuelve abrir al final la película es la liza humana en donde ese imposible ha de ponerse en marcha de nuevo, es decir, nuevamente los intentos por dar una estabilidad a la identidad, una vuelta a lo fallido que nuevamente se las ve con la senescencia de la carne.
