Por Iracheta
A Elysium (2013. Dirigida por Neill Blomkamp y protagonizada por Matt Damon, Jodie Foster, Sharlto Copley, Alice Braga, Wagner Moura, Diego Luna y William Fichtner) la podemos considerar como una interesante extensión ficcional de la frase atribuida a Fredric Jameson, según la cual es “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.” En este caso, y aunque nos ofrece una salida o la posibilidad de otro escenario, se trata de la imposibilidad de pensar un futuro sin desigualdad, sin el abismo social entre una clase y otra; si hay un elemento post-apocalíptico, se trata de un apocalipsis ecológico, social, económico y político.
“El mundo colonizado es un mundo cortado en dos.”
Franz Fanon. Los condenados de la tierra
La virtud pedagógica y propedéutica de película consiste en que no requiere de un gran esfuerzo interpretativo para apreciar la escisión social que ahí se abre, basta con echar una mirada a la superficie que nos ofrece para considerarla como un espejo y ver como emerge lo que Jorge Alemán refiere en En la frontera. Sujeto y capitalismo como “la construcción de fortalezas de los ricos” y “los campos de pobreza habitados por la pulsión de muerte…” (107).
A pesar de su futurismo y de su ficcionalidad (situada en el año 2154), Elysium en realidad plasma la dureza del presente.
Si bien, la película nos ubica en alguna zona marginal, latina de los Ángeles bien podría tratarse de cualquier colonia periférica de algún país de tercer mundo, es decir, del horizonte que nos ofrece lo marginal entre lo marginal. Estamos, como lo vemos al final de la película, ante la globalización de la miseria.
El planteamiento de la película para algunos quizás pueda resultar excesivamente polarizado o dicotómico, pero bastaría con echar un vistazo al diseño de las ciudades modernas o estudiar los porcentajes de movilidad social, para apreciar la distancia que Elysium intenta plantearnos.

En todo caso la virtud de la trama consiste precisamente en ser espejo que pone de relieve los cortes, las escansiones de las ciudades y sociedades modernas. Elysium como lugar, como espacio privilegiado y como lugar en donde se dirime el poder y en el que se decide que vidas son dignas de ser vividas, nos hace recordar a Georg Lukács en su Historia y conciencia de clase (Tomo I) nos dice que
“…una clase está llamada a dominar significa que, desde sus intereses de clase, desde su conciencia de clase, es posible organizar la totalidad de la sociedad de acuerdo con esos intereses. Y la cuestión que decide en última instancia acerca de toda lucha de clases es: ¿qué clase dispone, en el momento dado, de esa capacidad, de esa conciencia de clase? (133)
En este caso la claridad es de quien domina, a la frontera, la peligrosidad del paria, su proximidad-invasión, es un asunto de estricto orden público y de orden bio y tecnopolítico en Elysium.

El “héroe revolucionario” interpretado por Matt Damon es una muestra de la nuda existencia de abajo, de la Tierra, y aunque quizás tenga algunos defectos para el pensamiento progresista, pues sigue siendo la figura heteronormada, masculina, sobreprotectora (sus acciones se sostienen aun en la idea romántica de la protección de las figuras femeninas, figura anclada una ética clásica del deber y de la promesa que contrasta con la condición posmoderna de lo que Lipovetsky denomina como una ética indolora).
En todo caso se trata del sujeto sacrificial que, a partir de un accidente y en su lucha individual por la sobrevivencia, decide atravesar la distancia entre dos mundos sociales.
La simplificación de la solución es llamativa, pues se trata de un reseteo del sistema, de la impugnación de la violencia abstracta de un programa que opera con toda su fuerza política, esto es, que decide que le toca a cada quién, quién es ciudadano y quién no, quien vive y quien muere. El futuro de la desigualad quizás sea ese, un sistema impersonal que administra y congela la movilidad social y una clase política, burocrática, cuya misión exclusiva será cuidar que ese orden se perpetúe, policías de las fronteras entre el mundo de los desechos y los ciudadanos de la polis privada de Elysium.

La película resulta interesante cuando nos empuja a pensar en lo que Žižek denomina como el resurgimiento de la era de la esclavitud en el capitalismo global:
“La esclavitud (¡Y la división de Elysium!) puede estar aquí mismo, dentro de nuestra casa, solo que no la vemos, o, mejor dicho, fingimos no verla. Este nuevo apartheid, esta sistemática proliferación de distintas formas de esclavitud de facto, no es un deplorable accidente, sino una necesidad estructural del capitalismo global de hoy en día”.
Žižek, La vigencia de El manifiesto comunista, p. 49
Elysium como película es la escisión entre dos mundos radicalmente distintos, trata del presente-futuro de la migración, la sobrepoblación, la pobreza, la contaminación, el calentamiento global, la desinserción laboral y los efectos de la marginación, así como de la importancia de la información y los datos en la pospolítica, lo mismo que las paradojas de los avances tecnológicos y la incapacidad de eliminar la desigualdad.

El contraste que nos ofrece en la película también nos recuerda las formas en las que se vivió la pandemia y el confinamiento.
Por un lado, el confinamiento “turístico” y lujoso de una minoría, y por otro, el confinamiento miserable, la vulnerabilidad y la inevitable exposición y empobrecimiento de muchos. La división que nos muestra Elysium y la realidad postpandémica. Curiosamente coincide con el mundo dividido del colonizado, según F. Fanon en Los condenados de la tierra, el mundo del colonizado es un mundo inmóvil, dividido en compartimentos, maniqueo, en suma, mundo de estatus.
Elysium quizás nos exige repensar la “excepcionalidad.”

Siguiendo la lógica de Elysium, la “excepción” no son los pobres, los sacrificables, los prescindibles o, -como los la llama Z. Bauman– las vidas desperdiciadas, los parias de la modernidad, sino que estos se han vuelto la norma. Lo que sigue resolviéndose es en qué consiste ese gran “reseteo” y si eso es posible y pensable para los de abajo, si es posible –en el marco de la trama de Elysium– el “así en la tierra como en el cielo”.