Por Kevin Alcaraz
¿Por qué habría de destacar algo de Brasil que no sea la alegría del fútbol, el carnaval o la bossa nova? Pues bien, porque el legado que dejó la Quinta República, la opresión religiosa y la rebelión militar -que, por cierto, aún sigue vigente-, propició el belén para que el heavy metal extranjero a los países anglosajones se posicionase como una fuerza motora importante en el género.
Max e Igor -hermanos e hijos del importante diplomático italiano Graciliano Cavalera– nacieron en una cuna de oro en Belo Horizonte; sin embargo, tras la súbita muerte de su padre durante la adolescencia, ellos y su madre se vieron navegando en un mar de incertidumbre y deudas. Aún así, ambos recibieron una sustancial herencia que compensaría las miserias económicas por las que pasaban: los vinilos de Led Zeppelin y Black Sabbath que dejó el patriarca detrás.
Con estas bases, más las clases de samba que cursaron, resolvieron abandonar la escuela para formar una banda de death metal junto a sus amigos Paulo Jr. (bajo) y Wagner Lamounier (voz). Así, luego de adoptar la canción Dancing in your grave de Motörhead para nombrar al proyecto como Sepultura, y hacer algunos cambios menores -en los que Max se trasladó a las voces, Jairo Guedz se unió a la guitarra y Wagner desistió para fundar la eterna banda rival local: Sarcófago-, el Cono Sur estaba listo para hacer erupción en distorsión.

“I remember the first time I listened to Venom, It was similar to Motörhead, only a lot heavier. After that, we stopped listening to Iron Maiden and all that lighter stuff.”
Igor Cavalera.
Con poco dinero -y aún menos inglés, al punto en que se cree que usaron diccionarios para componer sus primeras letras- el grupo grabó el sobresaturado EP Bestial Devastation (1985) y el sucio álbum debut Morbid Visions (1986); ambos con cero armonías diatónicas y con una calidad primitiva. Afortunadamente, hicieron el suficiente ruido en la escena sureña como para mudarse a São Paulo y probar suerte en la ciudad más grande del país.
Fue justo en su nuevo hogar donde conocieron a Andreas Kisser, quien luego de unirse a la banda en lugar de Guedz, elevó el virtuosismo de sus compañeros en un 200%; sin mencionar que, el sonido comenzaba cobrar más tintes de black y, especialmente thrash metal.
Sepultura pronto grabó los dos pilares sobre los que edificaron una aplanadora serie de éxitos en los siguientes años: Schizophrenia en 1987 y Beneath the Remains en 1989. La calidad de producción subió significativamente y la moral de Max se disparó, al punto en que ignoró su limitado inglés, hizo las maletas y se dirigió a Norteamérica en busca de productores que confíen en su proyecto. Como no podía ser de otra forma, Roadrunner Records – futura casa de Korn, Lamb of God, Machine Head, Opeth y Slipknot– abrazó la propuesta.

“The complete absence of filler here makes this one of the most essential death/thrash metal albums of all time.”
AllMusic.
Con esto, los miembros se vieron en la necesidad de mudarse a Arizona para debutar en los estudios estadounidenses. Grabaron primero Arise (1991), que, junto a con sus temas homónimo, Dead embryonic cells y Desperate cry, escaló rápido como un clásico del género. Además, su flamante reputación de blasfemos, incitadores de la violencia y opositores a las fuerzas del orden hicieron que todo el mundo los amaran -salvo por los católicos-.
Por esta época, el mayor de los Cavalera contrajo matrimonio con la gerente Gloria Bujnowski -quien le doblaba la edad- y la semilla de cambio estaba más que sentada.
El solsticio veraniego llegó con Chaos A.D. en 1993. Furioso por la situación social brasileña, Max tomó una espada en forma de pluma para escribir los atronadores Refuse/resist, Slave new world, Amen y Propaganda; además de Territory de Andreas y Biotech is Godzilla de Jello Biafra -vocalista de los semidioses punks Dead Kennedys-.

“Sepultura opened people´s eyes through their lyrics, but it´s dangerous to do that in Brazil, because if people don´t like what you say, they´re going to kill you.”
Max Cavalera.
Un auténtico álbum vuela-sesos con menos bpm, mucha influencia del hardcore y un claro sabor a Ministry -otra banda esencial para los amantes de la protesta musical contra la disparidad geopolítica-. El éxito fue tal, que alcanzó el puesto 32 de Billboard; todo un hito considerando el género y que fuera producto de una banda latina.
Una vez alcanzado el punto creativo más alto, tocaba llegar a la cima de la popularidad. Roots (1996) trajo una puesta en escena nativa y tribal, por lo que la banda colaboró con un puñado de músicos brasileños para que los temas Roots bloody roots, Attitude y Ratamahatta llenaran de orgullo al país sudamericano.
Lo que dejó el álbum fueron dos millones de copias, percusiones de blocos afro de antología, y la invaluable muestra de que el heavy metal es perfectamente compatible con el folklore de cualquier nación o cultura.

“Roots consolidates Sepultura‘s position as perhaps the most distinctive, original heavy metal band of the 1990s.”
AllMusic.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, se habían destapado dos situaciones vergonzosas. Primero, se hizo público que era la primera vez que Paulo había grabado sus líneas de bajo para una producción, y que en el pasado había sido cubierto por Andreas. Y segundo, que todos los miembros despreciaban con ganas a Gloria -manager del grupo, esposa de su líder, y madre que recién había perdido a uno de sus hijos-, por lo que decidieron despedirla, aún sabiendo que esto significaría también una ruptura con su cantante y mayor fuerza compositora.
Con la salida de Max -quien en breve fundó Soulfly-, Igor, Andreas y Paulo buscaron un nuevo vocalista hasta encontrarlo en la figura de Derrick Green. No tardaron mucho en publicar su primera seguidilla de álbumes: Against (1998), Nation (2001) y Roorback (2003), cada uno peor que el anterior, con pocas ventas, menos urbanos y algo nauseabundos.
Cuando publicaron Dante XXI en 2006 -medianamente mejor que lo hecho antes e inspirado en La Divina Comedia– Sepultura parecía volver de forma tímida al thrash que tantos éxitos les había dado en el pasado. En cambio, también marcó el fin del camino para Igor; pues, había hilvanado su relación con su hermano, tanto que pronto formaron Calavera Conspiracy al año siguiente. Así, por primera vez, la banda no contaría con ninguno de sus fundadores.

“Igor is no longer attracted to metal, he only plays with Cavalera Conspiracy because he likes to be with Max.”
Andreas Kisser.
La dictadura de Andreas decidió continuar en el camino de la pretensión y se publicó A-Lex (2009); otro álbum conceptual, esta vez, influenciado por La Naranja Mecánica de Anthony Burgess – obra que, según los Cavalera, no era siquiera del agrado de Kisser-. Sin duda, lo mejor de esta etapa fueron los bochornosos promocionales que hacían los miembros para Volkswagen en Brasil.
Finalmente, se dejaron de hacer los sesudos para adoptar una identidad más clara con la publicación de Kairos (2011) y The Mediator Between Head and Hands Must Be the Heart (2013). Además, en 2013 sumaron al sensacional Eloy Casagrande en la batería.
Desde entonces han publicado Machine Messiah en 2017 y Quadra en 2020, con las reseñas más positivas que han recibido durante la estancia de Derrick en las voces; aunque, la verdad sea dicha, en los últimos 25 años han bajado tanto la vara, que aquel montón de canciones olvidables hoy suenan aceptables.

“They were the product of the desire to extend their savage thrash-death hybrid beyond the borders of the city and country they called home.”
Decibel.
Está de más decir que la época dorada de la banda se les escapó hace décadas. Entonces eran un acto estelar, presumían algo de vudú en sus canciones, vociferaban como salvajes, atacaron al estado policial cuando más importaba hacerlo e izaron la bandera del heavy metal en los tiempos del grunge.
Sepultura hoy parece ser una banda de segunda línea; sin embargo, el acento que instalaron en los noventas sigue siendo claro y fuerte: hay que rechazar, y hay que resistir.
“Perhaps the most important heavy metal band of the ’90s.”
MTV.