STRANGER THINGS: El pánico satánico desmenuzado (Parte I).

Por Stephany Peña

Sentado a la cabecera de una mesa de cafetería en la secundaria pública, Eddie hace su primera aparición liderando su grupo de Calabozos y Dragones al que llaman Hellfire Club. Sus ojos y su voz siguen las líneas de un artículo absurdo de una revista que advierte de los riesgos imaginarios del juego de rol que ama. Parece que le divierte la crítica mayoritaria. Sus amigos se ríen con él, Dustin y Mike coinciden en que él siempre se ve acelerado. Eddie no tiene miedo de hacer ruido, de levantar la voz, ni de burlarse de los jóvenes conservadores del equipo de baloncesto que lo rechazan, pero también habla de sus planes de graduarse, de lo que quiere hacer con su futuro. Insiste en que ese es su año. “La sociedad tiene que culpar algo”, dice después de su lectura, “nosotros somos un objetivo fácil”. Si hay una serie que no falla a la hora de crear personajes cálidos, esa es Stranger Things.

La cuarta temporada de esta serie cuenta la lucha del grupo de amigos de Hawkins contra una fuerza a la que llaman Vecna, y para ello hacen introducción de un nuevo personaje: Eddie Munson.

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No es muy difícil sentir simpatía por él; Eddie es ese amigo recursador que tenías en la prepa, el metalero de cabello largo y desaliñado que toca la guitarra, que se reunía con un grupo pequeño de amigos para sesiones rigurosas de juegos de rol, y que tiene parches de bandas cosidas sobre su chaqueta de mezclilla.

Sin embargo, este personaje nunca está a salvo, ya que a lo largo de la temporada se desencadenan eventos que lo terminan involucrando en la batalla contra Vecna y en una campaña contra él y el Hellfire Club, en la que se le culpa de un crimen que no cometió y es señalado como líder de una secta satánica.

La historia que Stranger Things cuenta esta temporada, sobre un chico inocente que fue perseguido por toda una comunidad sólo por los prejuicios que ésta tenía sobre él, no sólo es algo que ya ha pasado antes en nuestra realidad, sino que incluso guarda una relación estrecha con el soundtrack elegido para ello.

No creíste que Eddie tocando “Master of Puppets” de Metallica en El Otro Lado fue una elección al azar, ¿o sí? Tomando de pretexto a Stranger Things, es hora de hablar de ese extraño fenómeno de los ochentas llamado ‘Pánico Satánico’, por lo cual se mencionarán brevemente temas sensibles como abuso sexual, homicidio, suicidio, pedofilia, canibalismo…

¡Alerta de Spoiler! (Léase con precaución)

Pánico Satánico o cuando el diablo estaba en todo.

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Nuestra historia tiene como origen Estados Unidos la mitad del siglo XX. Muchos eventos desafortunados se formaron como estrellas en el horizonte para formar esta constelación del desastre. Una de las antesalas principales fue el caso de Charles Manson, quien lideró una secta que cometió crímenes tales como el asesinato de cinco personas, incluyendo a la actriz Sharon Tate, con el “propósito” de “actuar frente a una llamada a una guerra racial apocalíptica que estaba por venir”. En la escena, la secta dejó pistas falsas para inculpar al grupo Panteras Negras del crimen de la ‘Familia Manson’, como era conocido este grupo.

Manson hizo creer a sus seguidores que había mensajes en el Álbum Blanco de Los Beatles, que la canción “Helter Skelter” estaba relacionada con los Jinetes del Apocalipsis de la Biblia, y que el nombre de la canción estaba escrito en la escena del crimen con la sangre de la víctima.

En el inconsciente colectivo, la relación entre la criminalidad y los elementos contraculturales, como las drogas y la música rock, parecía estrecharse cada vez más con casos como este. Los setenta y ochenta estaban siendo azotados por múltiples casos de asesinos seriales como los del Asesino del Zodiaco, Richard Ramírez o Ted Bundy.

Muchos de estos casos estaban atados a simbología propia, como los acertijos de Asesino del Zodiaco, o una vez más, elementos de contracultura, como el caso de Ramírez, quien se autoproclamó satanista y escuchaba heavy metal.

La alza de estos casos no se investigaba más allá de la parafernalia exótica que los medios podían presumir sobre estos crímenes, así que los detalles más aparatosos, como los mencionados anteriormente, fueron los más señalados tanto por la prensa y las autoridades, como por la sociedad estadounidense en general.

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Todo esto, junto con acontecimientos como la publicación de la Biblia Satánica de Anton Lavey en 1969, o la popularidad de películas como “El Excorcista” en 1971 -cuyo éxito se debió a que gran parte de la audiencia pensaba que estaba inspirada en hechos reales- o “El Bebé de Rosemary” en 1968, fueron eventos que contribuyeron en cierta medida al escenario que recibiría al Pánico Satánico con los brazos abiertos.

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Sin embargo, la semilla definitiva que desató el pánico fue la publicación del libro “Michelle Remembers” en 1980, escrito por el psiquiatra canadiense Lawrence Pazder y su paciente, posteriormente esposa, Michelle Smith. En este libro, el psiquiatra documenta el tratamiento con Smith, quien era su paciente, y comienza a rescatar memorias reprimidas de abuso sexual ocurridas a la mitad de rituales satánicos llevados a cabo en sótanos o cementerios, donde se empleaba asesinato, tortura o masoquismo.

El libro tuvo tanto éxito que se convirtió en un best-seller y el Vaticano se interesó por él.

Tras la fama de esta publicación, comenzaron a surgir muchas denuncias de abusos físicos y sexuales, que de alguna manera seguían la narrativa propuesta por el libro, desde rituales satánicos hasta canibalismo y orgías incestuosas. La idea de una red oculta satánica de pedofilia que cometía homicidio ritualístico, aunque terminó siendo comprobablemente falsa, terminó alimentando la paranoia religiosa hasta que se hizo insostenible: según “expertos en satanismo”, el 80% de las caricaturas trataban directamente con el ocultismo y el 40% de los juguetes sufrían su influencia, la cultura pop estaba plagada de oscuridad y todos podían ser posibles satanistas. Por eso, todo era satánico en los ochenta.

Somos frikis porque nos gusta un juego de fantasía

Eddie Munson
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Está sentado en una mesa de la cafetería de la escuela con sus amigos, burlándose de un artículo de una revista que insiste que

El juego Calabozos y Dragones está ligado a comportamientos violentos, sacrificio ritual, sodomía, adoración satánica, suicidio y hasta… ¡homicidio!“.

Su tono de voz burlona lo dice todo.

Ni a Eddie, ni a Mike, ni a Dustin, ni a Erica, ni a ningún otro miembro del Hellfire Club les importa el homicidio ni el sacrificio ritual: ellos sólo quieren una sesión de juego en la que logren matar a Vecna sin perder puntos de vida.

Cuando en los ochenta, el pánico satánico ya hacía presencia en la sociedad estadounidense, Calabozos y Dragones fue el festín del que se sirvió para verter su delirante ideología encima.

Este popular juego de rol fue acusado en muchas ocasiones de “influenciar a los niños al satanismo” o de ser “una herramienta de reclutamiento para Satanás”, de promover la brujería y la demonología, aprovechándose de temas sensibles como suicidios que involucraron a jugadores adolescentes.

En el libro “Satanismo, la seducción de la juventud de América” refiere que:

Calabozos y Dragones es un juego que les enseña a los niños cómo perfeccionar el arte del homicidio premeditado”.

Bob Larson.

En 1979, un jóven de 16 años llamado James Dallas Egbert III, desapareció de su habitación y entró a los tubos de ventilación de la universidad para suicidarse con una botella de metacualona. Este intento no tuvo éxito, sin embargo su suicidio un año después fue atribuido incorrectamente a Calabozos y Dragones, declarado por sus padres.

Lo que se dejaba de lado a la hora de investigar el caso, era que el joven al ser un prodigio informático, era fuertemente presionado por sus padres y que sufría una depresión clínica severa. Aún así, la idea de que el juego era responsable de la muerte del jóven quedó instaurada como leyenda urbana, incluso se realizó una película basada en estos hechos llamada “Mazes and Monsters”, protagonizada por un joven Tom Hanks.

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La primer campaña oficial contra este juego comenzó con otro caso, cuando Patricia Pulling culpó al juego del suicidio de su hijo, así como a uno de sus profesores, apuntándolo como responsable de lo que, según ella, era una “maldición del juego” puesta sobre el personaje de su hijo poco antes de su muerte.

Ella formó una campaña llamada B.A.D.D (Bothered About Dungeons and Dragons), una asociación dedicada a la regularización de este juego.

B.A.D.D. logró cierto éxito al exponer sus puntos de vista en la prensa, tanto a través de los medios de comunicación cristianos conservadores como de los principales medios de comunicación. A pesar de que los creadores del juego, Gary Gygax y Dave Arneso, desmentían todas estas acusaciones, también aprovechaban la polémica.

Volviendo brevemente a Stranger Things, el hecho de que Eddie vendiera drogas tampoco era de mucha ayuda a su reputación, ya que aunque fuera un negocio al que recurrió debido a su situación económica, habían personas que pensaban que era actividad casi exclusiva de los cultos satánicos.

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En esta época, muchos “expertos” decían que no solo era donde se vendían más drogas, sino que además se vendían más baratas para atraer a los jóvenes, mantenerlos sedados y obligarlos a acceder. Tal y como en la serie la gente confundió el Hellfire Club con un culto satánico responsable de todo lo malo que sucede en el pueblo y sus miembros fueron perseguidos por ello, así fue como sucedió realmente en Estados Unidos, principalmente entre los setenta y los ochenta.

La gente creía que “el juego se había vuelto demasiado real en la cabeza de sus jugadores” y los influenciaba a cometer delitos, que los obligaba a abrir portales y servir a fuerzas ocultas sin que lo supieran.

Calabozos y Dragones fue durante mucho tiempo el “culpable” de muchos males, desde homicidios, hasta suicidios e invocaciones satánicas.

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