Por César Salazar
No cabe duda que el género del terror ha tomado rutas complejas dentro del séptimo arte. Y una clara muestra es Black Phone del director Scott Derrickson; quien nos regala, no sólo una cinta que tiende a ser un clásico, si no que porta una narrativa personal e íntima; estelarizada por Ethan Hawke, Jeremy Davies, James Ransone, Madeleine McGraw y E. Roger Mitchelly, la historia de un teléfono negro, que sacudirá tus nervios y te hará digerir bien aquella frase que reza “la realidad supera la ficción“.
Con un argumento sencillo, un niño es secuestrado en el sótano de un perturbado asesino con una máscara muy peculiar. Pero lo más trascendente no es el efecto thriller, si no todo lo que está allí detrás en la memoria de una sociedad aporreada por la violencia y la depravación.
Éste trabajo de Derrickson es el cúlmen casi lógico de sus anteriores proyectos, desde su aportación a la franquicia con “Hellraiser V” (2000), pasando por la contundente “Exorcismo de Emily Rose“(2005), “Siniestro” (2012) y “Líbranos del mal” (2014), sin dejar de lado la superproducción “El día en que la tierra se detuvo“(2008).
El Teléfono Negro está basado es la novela homónima de Joe Hill, hijo de Stephen King.
“Crecí en una zona al norte de Denver en una ciudad bastante violenta, acoso escolar, muchos niños que sangraban todo el tiempo. Fue justo en el tiempo en que Ted Bundy pasara por colorado matando gente. Cuando tenía ocho de edad, el vecino de al lado tocó a mi puerta y dijo “alguien ha matado a mi madre”. Era una escenario común. Los padres catigaban a los niños de una forma más dura, por lo que era un lugar muy violento y aterrador en muchos sentidos y por ello traté de trasladarlo de forma realista a la película.”
Comentó Scott Derrickson.
Más allá del film, se puede ver representado el testimonio de una época, un crimen inconcluso, y con profundas secuelas en el imaginario de una ciudad. Antes de entrar con el contenido es preciso mencionar los paralelismo con el caso de un niño secuestrado por un maniaco sexual en los años 70s.
Fue en Merced, Californa, un 4 de diciembre del año 1972 (cronología qu Derrickson toca indirectamente en el film) en que un niño de 7 años, Steven Stayner, de regreso a casa fue interceptado por un hombre, que le ofreció un folleto religioso, haciéndose pasar por un representante de la Iglesia Evangélica.
El hombre aprovechó la soledad de esa calle y pudo secuestrarlo.

Es interesante cómo lo recrea Derrickson, quien quizá no entra mucho en aspectos religiosos, quizá lo más religioso es la forma de beber del padre de Finney y la casi obcecada esperanza en Jesús que su hermana conserva ante su desaparición; en lo que sí se inmiscuye bastante es en el tema de la pederastia y através de símbolos revela paulatinamento el pensamiento de The Grabber, el pedófilo antagonista con fetiches y conductas atemorizantes.
Si bien en el caso se menciona que es otro individuo quien ayuda a secuestrar al niño, quien es abordado a un Buick color blanco,pero no forzosamente, por que es convencido de que su madre puede beneficiar con algún artículo a la Iglesia. Ese individuo es Murphy, cómplice de Parnell.
Murphy es quizá representado por Max, el hermano idiota del secuestrador, a quien se le muestra haciendo un mapa de las despariciones en la sala de su casa, convive con la policía, e incluso siente una responsabilidad por el índice de criminalidad en el pueblo. Elemento muy importante, pues refleja una antítesis con The Grabber, a quien hospeda sin siquiera imaginar lo que esconde en el sótano.
Regresando al caso real, una estratagema de Parnell es cambiarle el nombre a Steven por el de Dennis Grigory para mudarse en varias ocasiones por todo el estado de California, presentándolo a la gente como su hijo. Parnell comparte su casa por año y medio con Barbara Mathias, quien asegura que Dennis es hijo legítimo de Parnell. A pesar de tener un tercero en casa, sigue siendo violentado física y sexualmente.

Con el tiempo Parnell se covenció de que necesitaba más niños, engatuzó a Stayner para poder raptar a alguien, como lo habría hecho Murphy años atrás. Es aquí donde radica la heroicidad mencionada en el título, por que algo que captó muy bien de esta historia el director, es la difícil decisión del joven por evitar que alguien más sufriera lo que él.
Esto último está presenta en la astucia de Finney, quien es el cierre de aquello que podríamos denominar el ciclo de un asesino, un arco narrativo que cae finalmente.
Un teléfono negro es el instrumento heróico para salvación de la infancia.

Dentro de esta misma idea, de cómo puede existir una hermandad en la pubertad y adolescencia; recordemos que Finney es un niño de 13 años quien cae víctima de The Grapper, figura que ha dejado de ser un mito para convertirse en un objetivo de investigación policial, al intentar comprender su modus operandi. Y es por medio de ese misterioso teléfono clavado junto a un colchón en esa bodega infernal, que podemos sopesar la tragedia frente a una especie de moraleja final.
Más no es precisamente el teléfono quien se encarga de ponerle fin a la pesadilla. Para esto es importante mencionar algunos puntos infranqueables de la vida personal del joven protagonista.

Cuando Finney descubre el Teléfono Negro, comienza su verdadera transformación y aprendizaje. Si bien el elemento sobrenatural era necesario para darle un cauce lógico a la trama (elemento inspirado en la infancia de Derrickson), pues este objeto sobrenatural permite hablar con las víctimas anteriores de The Grabber, quienes através de mensajes que figuran piezas de un rompecabezas consiguen una solución real.
La propia narrativa demuestra que más allá del elemento sobrenatural (El Teléfono Negro) el film persigue la figura del asesino serial, pero más allá la riqueza estriba en los giros inesperados, la complejidad del asesino, personaje muy paradójico en su actuar, pues con sus juegos infantiles (algo que contrasta con el terror) que se van oscureciendo y que revelan los orígenes de una personalidad lunática, dichos elementos aportan mucho a los amantes del suspenso, son una buena argamasa para pegarnos un buen susto.
A su vez la máscara es otro símbolo fragmentado que va componiéndose conforme The Graber va acercándose al límite de su locura y maldad.


Imagenes extraídas de: www.sandiegored.com
Si bien esto agrega una capa de misterio e intriga al argumento, Finney llega a formar parte de esa naturaleza malévola, por que de algún modo la astucia va tomando un juego esencial, cosa que para el espectador parece un método macabro, el escapar como meta final conviene a un didactismo moral sobre la amistad, el reconocimiento del valor personal, pero sobre todo la superación de los traumas personales.
Y luego uno puede pensar que las infancias son intocables, pero nos sorprenderíamos, pues es una representación del abuso físico y psicológico, aquello a lo que la sociedad se va abriendo cada vez por medio del diálogo, eso que a las paternidades actuales no les parece tan lejano discernir.
The Black Phone es un film atrapante desde el inicio, conecta magistralmente con el universo del terror y el suspenso muy a lo Stephen King, y retrata una época de forma muy precisa, visionaria en sus símbolos, esperanzadora por tratarse del reflejo de las infancias atormentadas, en una sociedad en la que la juventud ansía realizar su futuro personal, para poder repetirse en una historia agridulce (y eso que los finales medio felices están sobrevalorados):
Que el giro inesperado es vencer el miedo.
