Por Kevin Alcaraz
A mediados del siglo pasado -una época definida por la domesticidad y la conformidad de la clase media-, se empezó a edificar la carrera de la primera mujer con gran recorrido en la industria musical. Esto, lo logró sin siquiera ser merecedora de la bendición de alguien; menos aún, porque constantemente desafiaba las nociones aceptadas de feminidad en los medios tradicionales norteamericanos.
Como era de esperarse, Wanda Jackson creció siendo una niña pueblerina de Oklahoma, en un pequeño condado que, con facilidad, hubiera servido como locación para Footloose en los años ochenta. Naturalmente, fue introducida de nacimiento al western swing, y luego a la guitarra a los seis años. De hecho, se presume que, teniendo menos de diez años, se le preguntó a qué se dedicaría en su vida adulta, a lo que respondió con clarividencia: ¨una mujer cantante¨.
Aún a una edad ridículamente corta, fue anfitriona de un programa radiofónico en la capital del estado, en donde fue descubierta por Hank Thompson -un supuesto héroe local del honky-tonk-. Sin embargo, este no le pudo conseguir un contrato con Capitol Records dado que ¨las mujeres no venden¨; por lo que, ambos tuvieron que calar en Decca Records.

“I recognize that Ken (Capitol Records) wasn’t being sexist, so much as he was thinking about business. But it still gave me a little nudge to prove him wrong!”
Jackson.
Con la publicación de su sencillo debut descaradamente country: You can´t have my love (1954), llegó un éxito moderado; al menos, el suficiente para salir de gira con un tal Elvis Presley –claro que, ambos tuvieron un breve amorío adolescente de autocines y hamburgueserías-. Y es que, por aquel entonces, Elvis sembró la idea en Wanda de mutar su sonido en algo más parecido a los Million Dollar Quartet, cuando este aún no era llamado rock and roll.
Una vez que Capitol Records se enteró que cada concierto dejaba ganancias de unos $500 dlls, por fin le ofrecieron un contrato a la jovencísima cantante; más aún, le concedieron la libertad creativa de andar en la cuerda floja que divide al rockabilly y al country. La única condición que la disquera impuso fue que la voz en la producción final se suavizara.
En cambio, tras los sensacionales sencillos I gotta know (1956) y Fujiyama mama (1957) -que, por cierto, a pesar de hablar abiertamente sobre los bombardeos en Hiroshima y Nagasaki, fue todo un éxito en Japón-, Jackson comenzó a trabajar en el álbum debut homónimo que vio la luz en 1958. Eventualmente, Let´s have a party, Hard headed woman y Long Tall Sally (original de Little Richard), la convirtieron en la reina de la generación boomer.

“Simply put, this is a rock & roll dream, full of raw, sharp performances, killer songs, and Jackson‘s irrepressible ability to take even the most innocent song and make it salacious.”
AllMusic.
Su voz asemejaba tener una cuchilla entre los dientes; su imagen era sensual, salvaje y rebelde gracias a aquellos vestidos dorados y escotados que llevaba puestos; las canciones movían las cadenas de la audiencia; y las letras desafiaban el conservadurismo americano con declaraciones como ¨tómalo o déjalo¨, ¨beber y fumar¨ o ¨dejaré los platos en el fregadero¨. A un lado de aquellos gruñidos y tan endurecida actitud, Presley se veía sumamente dócil.
A decir verdad, Wanda era muy querida en Europa y Oriente, más no en su natal Estados Unidos, en donde la llamaban ¨la chica linda con una voz desagradable¨. Por aquel entonces, aún era inverosímil que una mujer gozara del estrellato; encima, cabe que recordar que una gran facción conservadora –la gran mayoría de las élites- consideraban al rock and roll como satánico.
Para sumar aún más al morbo, dentro de la banda de apoyo se encontraba Big Al Downing –un pianista negro-. De hecho, el grupo se vio forzado a cancelar varias presentaciones en localidades donde ni Fats Domino, Ray Charles o Chuck Berry se escapaban de la profunda segregación racial yankee.

“Look, he’s part of our band. If he’s not welcome, then none of us are,”
Jackson.
Tristemente, tras el avionazo de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, el tremendo escandalo incestuoso de Jerry Lee Lewis, y el llamado de Elvis al servicio militar, la inexpugnable invasión británica acentuó la fugacidad de los actos cincuenteros. Ante esto, Jackson tuvo que encontrar refugio en un nuevo sonido una vez entrados los sesenta.
Consecuentemente, lo que siguió fue un country algo más folclórico y azucarado con respecto a lo que hacían otros exponentes como Hank Williams o Johnny Cash. Así, llegaron Right or wrong (1962), Tears will be the chaser for your wine (1966), Both sides of the line (1967), A girl don´t have to drink to have fun (1968), el en vivo Wanda Jackson in Person (1969) -con el cual se convirtió en la primera mujer en grabar un álbum en directo-, y A woman lives for love (1970); todos con relativa difusión, pero sin la total aceptación del público campirano.
Cansada del sigiloso desprecio de la audiencia más puritana del género, aunado a su recién renacimiento en la cristiandad –debido al alcoholismo por los que pasaban ella y su esposo-, Wanda se retiró de la música secular en 1971, para tomar una directriz mucho más evangelista. Así, pasó el siguiente par de décadas cantando góspel, encontrando una importante aceptación entre la comunidad protestante estadounidense.

“Wendell and I both felt like God was calling us to stop working in nightclubs and bars in order to dedicate ourselves to the ministry,”
Jackson.
Gracias a que en los ochenta el hard rock de la ola glamera avasalló el mercado, el público súbitamente se interesó en los pioneros del rockabilly, convirtiendo a toda la camada cincuentera en baluartes musicales universales. Sin embargo, no fue sino hasta entrados los dos mil que la reina del movimiento volvió con nuevo material rocanrolero.
Heart Trouble, publicado en 2003, recibió reseñas muy positivas; lo que posibilitó a Jackson a salir de gira el resto de la década a un ritmo muy respetable. Además, colaboró en diversos proyectos, álbumes compilatorios, duetos y otras producciones como invitada; sin mencionar que, fue inducida en el Paso de la Fama del Rock and Roll en 2009.
Aunque, el punto más alto de su comeback, crítica y comercialmente, llegó en 2011 con The Party Ain´t Over. Este, fue producido por Jack White –icónico guitarrista y cantante de los White Stripes-, y contó con versiones más que plausibles de Bob Dylan, Little Richard y Amy Winehouse. El álbum alcanzó el puesto 58 de Billboard, siendo así, el primero en la carrera de la cantante en colarse en dicha lista.

“All I wanted to do was sing and play music, and it was impossible for me to sit still,”
Jackson.
Los siguientes años fueron verdaderamente agridulces. Unfinished Business (2012) también gozó de cierta aclamación, se publicó su autobiografía titulada Every Night is Saturday Night: A Country Girl´s Journey to Rock and Roll Hall of Fame (2017), y las presentaciones –aunque cada vez más escasas- dejaban un grato sabor de boca. Por otro lado, su representante y esposo, con quien compartió los últimos 55 años, murió en 2017; mientras que los problemas de salud también se fueron apilando en su persona, hasta que un derrame cerebral la retiró de los escenarios en 2018.
Con la reciente publicación de Encore (2021) -bajo las alas de Joan Jett y su sello Blackheart Records-, parecen llegar a su fin 65 años de carrera para la reina del rockabilly. Y es que, con la muerte de Jerry Lee Lewis en 2022, Wanda Jackson es ahora el último bastión fundador del rock and roll.
Ahora, si bien es cierto que su legado en lo folclórico no es tan revolucionario, sí que ha merecido mucha más justicia –siendo al día de hoy la gran ausente en el Salón de la Fama de la Música Country-. Esto es porque, la más grande lección que dejó tras de ella -misma que pueden confirmar algunos de sus discípulos, y colosos de la canción, como Dolly Parton y Bruce Springsteen-, es que, cuando se trata de genio artístico, la edad termina sobrando.
“Clocking in at a very 1950s 25 minutes, Encore doesn’t feel like a major event and it doesn’t add a great deal to the Wanda Jackson story, but it’s a welcome reminder that the first truly great female rocker is still among us and hasn’t surrendered to time.”
AllMusic.